¿Acaso no está llamando la sabiduría? ¿Qué, no deja oír su voz la inteligencia? Se para en las colinas, junto al camino; se queda esperando en las encrucijadas. Deja oír su voz a un lado de las puertas; a la entrada misma de la ciudad exclama: «A ustedes, los hombres, los llamo; a ustedes, los hombres, dirijo mi voz.
Proverbios 8:1-4
¿Cómo encuentras sabiduría? Si prestas atención a las caricaturas y los chistes, te darán una respuesta. Ellos dicen que si quieres sabiduría, debes escalar altas montañas, debes visitar templos y líderes religiosos muy, muy lejos. ¡Incluso podrías tener que convertirte en monja o monje y vivir en reclusión, meditando todo el tiempo!
Pero, hay algo de verdad en esto. En muchas de las religiones del mundo, la sabiduría es difícil de encontrar. Realmente hay que trabajar mucho para obtenerla. Y la mayoría de las personas no tienen el tiempo o la energía. «Tendré que hacerlo en mi próxima vida», piensan.
Pero así no es nuestro Señor. Él es como la imagen de la sabiduría en la lectura de hoy. Él no se sienta en casa a esperar. En cambio, Él sale a buscarnos. Extiende sus manos y nos llama. Si estamos en una encrucijada, ahí irá a encontrarse con nosotros. Si estamos a las puertas de la ciudad, allí nos buscará. Dios no tiene orgullo ni vergüenza. Él nos ama, y nos quiere acercar a Él ya mismo.
Pero ¿por qué le importamos tanto a Dios? Sabemos que no es por lo maravillosos que somos en nosotros mismos. Después de todo, si miramos dentro de nosotros, ¿qué vemos? Un lío de tonterías, problemas y errores. Un tonto necesitado de sabiduría. Un pecador en necesidad de un Salvador.
Y eso es exactamente lo que tenemos, porque el Dios que tenemos es sabiduría y Él es amor. Viene a buscarnos, e incluso se hace hombre para llegar a nosotros, porque así es su corazón. Él nos quiere, y dio su vida para tenernos. Nada de «quedarse esperando en las encrucijadas», como lo hace la sabiduría en este pasaje: Jesús va más allá y da su vida en una cruz justo afuera de los muros de Jerusalén. Él sufre, muere y resucita de entre los muertos. Y no lo hace lejos y en secreto, sino justo en frente de todos los necios y pecadores del mundo, las personas a quienes Él ama tan intensamente, las personas que somos tú y yo.
Esta es nuestra sabiduría, Jesús nuestro Salvador. Esto es «Cristo crucificado […] para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios, y sabiduría de Dios» (1 Corintios 1:23b, 24).
ORACIÓN: Señor Jesús, sé mi sabiduría y ayúdame a confiar en ti. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* Cuando necesitas sabiduría, ¿dónde la buscas y cómo?
* ¿Por qué crees que nuestra fe le parece una locura a quienes no la tienen?
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