Yo quisiera verlos libres de preocupaciones. El soltero se preocupa de servir al Señor, y de cómo agradarlo. Pero el casado se preocupa de las cosas del mundo, y de cómo agradar a su esposa. También hay diferencia entre la mujer casada y la joven soltera. La joven soltera se preocupa de servir al Señor y de ser santa, tanto en cuerpo como en espíritu. Pero la mujer casada se preocupa de las cosas del mundo, y de cómo agradar a su esposo. Esto lo digo para el provecho de ustedes; no para ponerles trabas sino para que vivan en honestidad y decencia, y para que se acerquen al Señor sin ningún impedimento
(1 Corintios 7:32-35).
Me maravillan las flores. Algunas prosperan mejor bajo la luz del sol, mientras que otras cuando están bajo la sombra. Nuestra libertad en Cristo es como un suelo fértil que nutre las diversas formas de vida, estemos solteros o casados. Las personas solteras florecen al servir al Señor y a su prójimo, mientras que las casadas florecen al servir a Dios en sus responsabilidades compartidas del matrimonio. Y ninguna elección es superior a la otra. Así como cada flor cumple su propósito único en el jardín de la vida, contribuyendo a la belleza general del paisaje, cada persona, soltera o casada contribuye a la belleza del jardín del cuerpo de Cristo.
El pasaje de hoy nos invita a reflexionar sobre nuestras preocupaciones y responsabilidades en el matrimonio y la soltería. No se trata de definir nuestro valor o propósito por nuestro estado civil, sino de reconocer que somos administradores de lo que Dios nos ha dado y podemos florecer ya sea que estemos casados o solteros.
La clave es vivir con honestidad y decencia, priorizando siempre agradar a Dios, independientemente de nuestro estado civil. Así que, ya sea que estemos solteros o casados, recordemos que ambos son regalos divinos, y que contamos con principios cristianos para enfrentar responsabilidades y desafíos y florecer en Cristo.
Que el jardín de nuestra vida refleje la diversidad de las flores que somos, cada una cumpliendo su propósito único en Cristo para la gloria de Dios.
Querido Dios, gracias por guiarnos en medio de las preocupaciones del matrimonio y la soltería. Con la ayuda del Espíritu Santo, buscamos complacerte en todas las circunstancias. En el nombre de Jesús, amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo experimentas la libertad en Cristo, reconociendo que tu valor y propósito no dependen de tu estado civil, sino de tu identidad como hijo de Dios?
* ¿Cómo reflejas en tu vida diaria la prioridad de complacer a Dios sobre las preocupaciones del matrimonio o la soltería?
Diaconisa Noemí Guerra
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