[Jesús dijo] »No piensen ustedes que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. Porque de cierto les digo que, mientras existan el cielo y la tierra, no pasará ni una jota ni una tilde de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
De manera que, cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los demás, será considerado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los practique y los enseñe, será considerado grande en el reino de los cielos.
Yo les digo que, si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y los fariseos, ustedes no entrarán en el reino de los cielos.
(Mateo 5:17-20).
Ese último verso me asusta muchísimo. «Si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y los fariseos, ustedes no entrarán en el reino de los cielos». Inmediatamente mi mente dice: «Bueno, estoy perdida. Nunca llegaré al cielo». Porque todo el universo sabe que mi justicia no vale nada. ¿Supera a la de los escribas y fariseos? ¡Tengo suerte si supera la del vecino malhumorado de la calle!
¡Yo creo que Jesús quiere asustarnos! No permanentemente, por supuesto. Pero Él quiere hacernos pensar. ¿Cómo es posible tener esa clase de justicia? ¿Podemos esforzarnos más para vivir una buena vida? Cualquiera que lo haya intentado sabe que no va a funcionar. Los malos pensamientos y deseos simplemente se acumulan aún más fuertes. Es un trabajo sin esperanza.
Entonces, si eso no funciona, ¿qué lo hará? ¡Esa es una buena pregunta! Y la Biblia nos la responde una y otra vez. Pablo, por ejemplo, habla de toda la supuesta «justicia» de la que solía depender hasta que Jesús lo llamó a la fe. Él dice: «Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida, por amor de Cristo. Y a decir verdad, incluso estimo todo como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por su amor lo he perdido todo, y lo veo como basura, para ganar a Cristo y ser hallado en él, no por tener mi propia justicia, que viene por la ley, sino por tener la justicia que es de Dios y que viene por la fe, la fe en Cristo; a fin de conocer a Cristo y el poder de su resurrección» (Filipenses 3:7-10a).
Solo Jesús tiene ese tipo de justicia. Y Él ha prometido dárnosla. Él toma nuestros pecados y los cambia por su justicia, porque confiamos en Él. Jesús llevó nuestros pecados hasta la cruz. Allí les dio muerte, junto con el juicio que se levantó contra nosotros. Sabemos que esto es cierto porque Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. Y ahora Jesús nos llama a nosotros y a todo el mundo a confiar en Él. Él nos dará su propia santidad y bondad, y lo mejor de todo, la vida eterna. ¿Entraremos en el reino de los cielos? Sí, completa y puramente por Jesucristo.
ORACIÓN: Querido Señor Jesús, gracias por darme tu justicia. Te quiero. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Cómo te sientes cuando lees los Diez Mandamientos? ¿Por qué?
* ¿Cómo te consuela y te fortalece la justicia de Jesús en tu vida diaria?
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