[Dijo Jesús] ¿O qué mujer, si tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con cuidado la moneda, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: «¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la moneda que se me había perdido!». Yo les digo a ustedes que el mismo gozo hay delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Lucas 15:8-10
En esta parábola, el Señor Jesús me dice una verdad: me hace saber que soy una moneda perdida.
Una vez, en el rincón más oscuro de una habitación, estaba en el suelo sin ser visto. ¿Sabes por qué? Por mi pecado, mi rebeldía y desobediencia. Siendo una mera moneda, no tenía ningún pensamiento, ningún deseo de ser encontrado. Allí estaba destinado a quedarme: una moneda solitaria en la oscuridad.
Pero el Señor no quería que me quedara así. Incansablemente, tanto de día como de noche, me buscó. Buscó encendiendo la vela, barriendo la casa, mirando con diligencia. Él nunca se rindió. Quería que volviera a donde pertenecía y para ello se acercó a mí.
En mi trabajo con Lutheran Hour Ministries en India, veo muchas monedas perdidas. Una de ellas (permanecerá sin nombre) procedía de una pequeña ciudad en las afueras de Chennai. Era un seguidor del Islam, tenía una familia pequeña y linda y se ganaba la vida como asalariado. Trágicamente, en un momento se convirtió en adicto al licor. Con el tiempo su vida se volvió miserable y fue motivo de lástima, ya que todas las noches yacía borracho en la cuneta. Su esposa, padres y amigos le suplicaron que se alejara de ese mal, pero nada fue lo suficientemente fuerte como para cambiar la vida de ese joven. Eso es, hasta que una noche llegó a casa un poco más temprano que siempre.
Debo aclarar que LHM-India tiene un club juvenil en ese barrio pobre, donde cada noche los jóvenes se reúnen para juegos y otras actividades y también para orar juntos. Ese día, él vio a los jóvenes jugar un juego llamado «tablero de carambola» (parecido al billar de mesa). Se interesó en él y, finalmente, se unió. Por primera vez en mucho tiempo este joven estaba feliz y se olvidó de beber. Pasaron los días con él asistiendo al juego y rezando con nosotros por la noche. Pronto, abandonó por completo el hábito de beber.
La esposa del hombre notó su cambio de vida y la esperanza que compartía sobre Jesús. Con el tiempo, el Espíritu Santo trabajó en su corazón y también recibió a Jesús como su Salvador. Hoy, toda su familia ha llegado a la fe.
La búsqueda de Dios por una moneda perdida lo llevó a encontrar otras también.
ORACIÓN: Padre celestial, gracias por buscarnos, incluso cuando estamos en lugares muy oscuros. En el nombre de Jesús. Amén.
Tomado de un mensaje del Rev. P. Chelladurai, voluntario de Lutheran Hour Ministries en India.
Para reflexionar:
1.- ¿Alguna vez te has sentido solo y sin esperanza?
2.- ¿Qué instrucciones le das a alguien que está «perdido»?
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