Dios el Señor dijo entonces a la serpiente: “Por esto que has hecho, ¡maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo! ¡Te arrastrarás sobre tu vientre, y polvo comerás todos los días de tu vida! Yo pondré enemistad entre la mujer y tú, y entre su descendencia y tu descendencia; él te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón”.
Génesis 3:14-15
Se trata de la primera gran promesa que aparece en el escenario más obscuro. Algunos la llaman el “proto-evangelio”, la primera buena nueva. Los padres de la humanidad habían optado por el susurro engañoso del tentador en vez de la certera palabra de su Creador. El pecado, como efecto dominó, habría de traer sufrimiento, desencuentro, dolor y muerte. El Creador tenía el derecho de abandonarlos a su suerte, de retirarse del escenario, de destruir todo o comenzar de cero. Pero no. Dios encendió una luz de esperanza para ellos y para la humanidad toda. En ese momento comenzaba la historia de la salvación.
Esa historia, que recorre la existencia del mundo, definirá el destino eterno de todos los seres humanos. El nudo de esa historia consiste en un gran conflicto, una lucha a muerte: la confrontación entre el Reino de Dios y el reino de las tinieblas. Jesucristo, la simiente de Eva, algún día habría de enfrentar a las fuerzas del mal encabezadas por Satanás. Sería una batalla terrible. El representante de todos nosotros iba a sufrir una herida muy dolorosa, como la mordedura de una serpiente venenosa. Pero ese era el precio que tenía que pagar para aplastarle la cabeza a esa serpiente.
Jesús nos ha conseguido el antídoto capaz de neutralizar cualquier ataque del maligno. El sufrimiento de nuestro Salvador no fue en vano. Ahora, Satanás no tiene poder sobre quienes estamos unidos a Jesús. Sus coletazos no pueden destruirnos. Somos parte de la historia de los salvados.
ORACIÓN: Amado Dios: protégeme de los ataques del maligno. Hazme vivir en fe y comunión contigo y con aquellos que te aman. Amén.
Prof. Antonio R. Schimpf – Seminario Concordia, Buenos Aires, Argentina
Para reflexionar:
•¿De qué manera has experimentado los ataques del maligno?
•¿Qué haces, o podrías hacer, para no tenerle miedo al poder de Satanás?
•¿Cuán cercano o lejano te encuentras de Cristo?
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