Así como la lluvia y la nieve caen de los cielos, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra y la hacen germinar y producir, con lo que dan semilla para el que siembra y pan para el que come, así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié.
(Isaías 55:10-11)
A veces la vida puede ser difícil. Las pruebas y dificultades pueden hacernos sentir como si estuviéramos en medio de una tormenta, luchando por mantenernos a flote. Pero en medio de las tormentas de la vida, tenemos la promesa de que la Palabra de Cristo siempre nos dará frutos de fe y amor.
En Mateo 13:1-9, Jesús cuenta la parábola del sembrador que arroja semillas en diferentes tipos de suelo. Algunas semillas caen en un terreno rocoso, otras en un terreno lleno de espinas, pero algunas caen en buena tierra y dan mucho fruto. La explicación de Jesús de la parábola en Mateo 13:18-23 muestra que las semillas son la Palabra de Dios, y que los diferentes tipos de suelo representan los diferentes tipos de corazones humanos.
Isaías 55:10-13 nos recuerda que la Palabra de Dios siempre cumple su propósito, al igual que la lluvia y la nieve riegan la tierra y hacen que brote. La Palabra de Dios siempre produce frutos de fe y amor en aquellos que la escuchan y la obedecen.
Y Jesús hizo todo esto posible en la cruz. ¡No depende de nosotros! Es la Palabra de Cristo la que siempre nos dará frutos. Él abrió nuestros corazones para que pudiéramos recibir la Palabra de Dios, y nos dio el Espíritu Santo como nuestro guía y consolador.
Padre celestial, gracias por enviarnos a tu Hijo para morir por nuestros pecados y darnos la vida eterna. Ayúdanos a confiar en tu Palabra en todo momento, incluso en medio de las dificultades. Amén.
Diaconisa Noemí Guerra
Para reflexionar:
* ¿En qué áreas de tu vida necesitas que la Palabra de Cristo te dé frutos?
* ¿Cómo puedes permitir que el Espíritu Santo te guíe en tus decisiones y acciones diarias?
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