Dios de los ejércitos, ¡vuélvete a nosotros! Desde el cielo dígnate mirarnos, y reconsidera; ¡ven y ayuda a esta viña! ¡Es la viña que plantaste con tu diestra! ¡Es el renuevo que sembraste para ti!… Pero posa tu mano sobre tu hombre elegido, sobre el hombre al que has dado tu poder. Así no nos apartaremos de ti. Tú nos darás vida, y nosotros invocaremos tu nombre.
Salmo 80:14-15, 17-18
El salmista escribe: «Desde Egipto trajiste una vid; expulsaste a las naciones, y la plantaste» (Salmo 80:8).
Dios liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto y lo plantó, su vid escogida, en la tierra prometida. Esta vid de Israel fue el hijo que Dios llamó de Egipto (ver Oseas 11:1). Los plantó para que fueran un pueblo fortalecido para adorarlo y servirlo, para ser una luz para las naciones. Sin embargo, la vid se rebeló y se apartó del Señor que los había salvado, negándose a producir el fruto de la fe que Dios buscaba en su viña.
El Señor permitió que su viña fuera invadida por enemigos, sus muros derribados. El salmista suplica a Dios que tenga misericordia de la vid sufrida de Israel: «Desde el cielo dígnate mirarnos, y reconsidera; ¡ven y ayuda a esta viña! ¡Es la viña que plantaste con tu diestra!».
Al hablar de la vid de Israel plantada hace tanto tiempo, nuestro salmo predice otra vid plantada en la tierra. Este descendiente de la vid de Israel es el Hijo de Dios, fortalecido para el propio propósito de Dios. Jesús, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, dijo de sí mismo: «Yo soy la Vid verdadera» (Juan 15:1a). Esta Vid verdadera, este Hijo, se convertiría en la diestra del Varón de Dios, pero antes de que Jesús fuera exaltado a esa alta posición, la Vid verdadera tuvo que morir para dar vida a sus ramas.
Así como la viña de Israel fue quebrada y pisoteada una vez, Jesús, el Hijo del Hombre, fue ejecutado a manos de sus enemigos. El Hijo fue golpeado, burlado y clavado en una cruz. Pero incluso entonces el Hijo fue lo suficientemente fuerte para soportar el peso del pecado del mundo, lo suficientemente fuerte como para sufrir en una debilidad indefensa, soportando la pena de muerte que merecíamos. Pero Dios tenía consideración por esta Vid, el Hijo perfecto y obediente que Él había fortalecido para sí mismo. La Vid verdadera resucitó en la primera mañana de Pascua, y después de 40 días ascendió triunfalmente, exaltado para reinar a la diestra de Dios.
Jesús, el exaltado Hijo del Hombre, la Vid verdadera, resucitó de la muerte para darnos vida ahora y para siempre. En el bautismo estamos unidos a él, sepultados y resucitados con él. Mediante la fe en su Nombre damos el fruto del amor y las buenas obras, trayendo gloria al Padre y demostrando al mundo que somos discípulos de Jesús, pámpanos de la Vid verdadera.
ORACIÓN: Señor Dios, míranos con misericordia y perdona nuestros pecados. Como pámpanos de Jesús, la Vid verdadera, ayúdanos a crecer fuertes en la fe y activos en el amor. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
1.- ¿Por qué el Antiguo Testamento se refiere al antiguo Israel como una vid? ¿Te resultan útiles las imágenes que crea el uso de ilustraciones de viñas, viñedos y frutas?
2.- ¿Hay alguien en tu vida que te haya fortalecido con su presencia constante?
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