Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es muy poderosa y efectiva.
Santiago 5:16
Como cristianos, presentamos nuestras peticiones ante Dios. Creemos que nuestras oraciones se ofrecen a un Dios que tiene el poder de escucharnos y respondernos.
Él puede sanar y ayudar a los que están enfermos, ayudarnos en tiempos de problemas y fortalecernos cuando nosotros o nuestros seres queridos pasan por duelo o la muerte.
Encontramos muchas oraciones ofrecidas por personas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Y, por supuesto, recordamos la oración de nuestro Salvador en el huerto de Getsemaní pocas horas antes de su crucifixión.
A menudo, sin embargo, nuestra fe en el poder de la oración comienza a flaquear, sólo un poco, cuando oramos por los asuntos rutinarios de la vida diaria. Podría resultarnos difícil creer que Dios nos ayudaría en aquellas cosas que quizá no le interesen o que, si somos realmente honestos, son el resultado de algún error nuestro. Curiosamente, es posible que tengamos más fe en el poder de Dios para mover montañas que en su disposición a participar en «las pequeñas cosas» de nuestra vida.
El escritor del libro de Santiago nos recuerda que la oración ofrecida sinceramente a Dios puede cambiarlo todo en nuestro mundo y en nuestras vidas. Si tenemos un Dios que sabe cuándo cae un gorrión a la tierra (ver Mateo 10:29) y puede contar los cabellos de nuestra cabeza (ver Lucas 12: 7), entonces ciertamente tenemos un Dios que está interesado en cada aspecto de nuestra vida.
Dios no está lejos o distante de nuestra ansiosa búsqueda de trabajo o de nuestro dolor de estómago. Nos lo ha mostrado por el hecho de que Jesucristo, su Hijo, se hizo Hombre. El nacimiento de Jesús, la toma de nuestra humanidad por el propio Hijo de Dios, disipa cualquier noción de que Dios no está íntimamente interesado en su creación. Este evento nos dice que el Padre está muy interesado en todo lo que le traemos en oración.
Entonces, cuando comienza tu día y cinco minutos después, sientes que ya es un desastre y no sabes por qué, llévaselo a Dios en oración. Cuando tus preocupaciones parezcan insignificantes o intrascendentes, pero de todos modos te molestan, tómate un tiempo y ora por ellas. Hay poder en la oración, así como claridad para tu vida y una mayor sensibilidad por las cosas que los demás están pasando en sus vidas también.
Seamos realistas, ¡hay tantas cosas que suceden día a día!, y muchas de ellas están fuera de nuestro control. Cuando el apóstol Pablo nos dice que somos más que vencedores, a través de Aquel que nos amó (ver Romanos 8), se refiere a la victoria que es sobre todo lo que nos separaría de Dios: las cosas grandes y pequeñas.
ORACIÓN: Padre Celestial, nuestras vidas están tan desordenadas. Enséñanos a traerlo todo a ti en oración. En el nombre de Jesús. Amén.
Tomado de The Lutheran Layman, número de julio de 1980, «Ore también por las pequeñas cosas».
Para reflexionar:
* ¿Por cuáles cosas en tu vida sientes impulsos para la oración?
* ¿Cómo se acelera el proceso de tu sanidad cuando le confiesas a alguien tus faltas?
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