Después de decir esto, Jesús siguió su camino en dirección a Jerusalén. Cuando ya estaba cerca de Betfagué y de Betania, junto al monte que se llama de los Olivos, les dijo a dos de sus discípulos: «Vayan a la aldea que está ante ustedes. Al entrar en ella, van a encontrar atado un burrito, sobre el cual nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta: «¿Por qué lo desatan?», respondan: «Porque el Señor lo necesita»». Los discípulos se fueron y encontraron todo tal y como él les había dicho. Mientras desataban el burrito, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?». Y ellos contestaron: «Porque el Señor lo necesita». Luego se lo llevaron a Jesús, echaron sus mantos sobre el burrito, e hicieron montar a Jesús. Conforme Jesús avanzaba, la multitud tendía sus mantos por el camino. Cuando se acercó a la bajada del monte de los Olivos, todo el conjunto de sus discípulos comenzó a gritar de alegría y a alabar a Dios por todas las maravillas que habían visto; y decían: «¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas!». Algunos de los fariseos que iban entre la multitud le dijeron: «Maestro, ¡reprende a tus discípulos!.» Pero Jesús les dijo: «Si éstos callaran, las piedras clamarían».
Lucas 19: 28-40
¡Qué gran respuesta les dio Jesús a los fariseos! «Si éstos callaran, las piedras clamarían». La alegría de ellos es tan fuerte que necesita salir de alguna forma; si ellos no hablan, las rocas lo harán.
Este gozo desbordante se manifiesta en otros lugares del Nuevo Testamento. Por ejemplo, Pedro y Juan dijeron -¡a sus enemigos, que los estaban amenazando! —»No podemos evitar hablar de lo que hemos visto y oído» (véase Hechos 4:20, parafraseado).
Leo esto y me pregunto: ¿Qué nos ha pasado a los cristianos hoy, que estamos tan callados? ¿Hemos perdido ese gozo que tenían los primeros creyentes? ¿O tenemos miedo de nuestros enemigos, los que nos callarían cada vez que nos atreviéramos a hablar de Jesús? Muchos de nosotros nos hemos convertido en rocas silenciosas, firmes en nuestra fe, pero teniendo problemas para hablar.
No sé. Quizás sean ambas razones. Pero la cura es la misma. Lucas nos dice que toda la multitud de sus discípulos comenzó a regocijarse y a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto. Cuanto más escuchamos y leemos sobre lo que Jesús ha hecho por nosotros, cuanto más meditamos en ello y dejamos que penetre profundamente en nuestros corazones, más gozosos nos volvemos, hasta que no podemos evitar desbordarnos. Nosotros, las «rocas», estaremos llenos de alegría.
¿Y cuáles son las maravillas que ha hecho Jesús? ¡Muchas! Él dejó el cielo para nacer como un bebé entre nosotros; creció entre nosotros compartiendo cada parte de nuestra vida, especialmente las partes difíciles. Él tomó nuestros dolores y cargó con nuestras penas, sanando nuestras heridas con su sufrimiento. Él dio su vida para reconciliarnos con Dios y hacernos hijos del Padre nuevos, vivos y gozosos. Y resucitó de entre los muertos para quebrantar el poder que la muerte tenía sobre toda la raza humana y para darnos una vida que durará para siempre, rebosante de paz y amor.
ORACIÓN: Señor, trabaja en mi corazón para que yo, hasta yo, te alabe a gran voz. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Alguna vez has visto algo explotar, ya sea grande o pequeño?
* ¿Cómo sería estar tan feliz que no puedes evitar explotar?
© Copyright 2021 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: