Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?». Ellos dijeron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que es Elías; y otros, que es Jeremías o alguno de los profetas». Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Simón Pedro respondió: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!». Entonces Jesús le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla. A ti te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era Jesús, el Cristo.
Mateo 16:13-20
Siempre me ha encantado esa frase: «Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla». Me hace pensar en Dios manteniendo a su iglesia a salvo de todo mal. ¡Ni siquiera el infierno mismo podrá alcanzarnos!
Pero, ¿qué quiere decir Jesús cuando dice que las puertas del infierno no prevalecerán contra su iglesia? Quiere decir que no podrán enfrentarse a nosotros. Jesús está describiendo a la iglesia en la ofensiva, no al infierno. El infierno está perdiendo. Jesús está pintando una imagen del pueblo de Dios llevando la batalla hasta las mismas puertas del infierno, y más allá. Es como si dijera: «Con mi ayuda, nada podrá resistirte, ni el mismo diablo».
No tengo dudas de que conoces un puesto avanzado del infierno en algún área de tu vida, una situación en la que el diablo está metido y el Espíritu Santo te está llamando a la oración y la batalla. Quizás sea algo en un mal social con el que luchas, como la pobreza, la ignorancia, la enfermedad o la anarquía. Quizás sea algo en tu familia, como la adicción de un ser querido, un matrimonio en conflicto, un padre que sufre de demencia. O quizás sea algo en tu iglesia o vecindario.
Sea lo que sea, ese es tu campo de batalla. Llévaselo a Jesús. Él es quien dirige la batalla: tú eres su soldado. Pídele sabiduría al Espíritu Santo para que te muestre lo que debes hacer o decir. Pídele a Dios que intervenga de maneras que nunca podrías imaginar. Y pídele que te mantenga abierto a su voluntad. Él puede hacer inimaginablemente más que cualquier cosa que se nos pueda ocurrir.
Esto no quiere decir que todo saldrá exactamente como lo deseamos. Dios puede hacer algo diferente. Pero en Él confiamos. Después de todo, él dio su vida para rescatarnos de la muerte y el infierno. Ahora que ha resucitado de la muerte, seguramente podemos confiar en él para que nos dirija en la vida, tanto ahora como para siempre.
ORACIÓN: Querido Padre, no tengo poder. Obra con tu poder a través de mí para hacer tu voluntad. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
1.- ¿Cómo imaginas que se verán las puertas del infierno cuando Jesús termine con ellas?
2.- ¿Qué problema específico pesa en tu corazón en este momento?
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