En el año tercero del reinado de Joacín, rey de Judá, el rey Nabucodonosor de Babilonia vino a Jerusalén y la sitió […] Además, el rey Nabocodonosor dio órdenes a Aspenaz, jefe de sus eunucos, de que se llevara a algunos israelitas pertenecientes a la familia real. Debían ser jóvenes bien parecidos y sin defectos físicos, capacitados en todo conocimiento, inteligentes y capaces de aprender, y con las cualidades suficientes para estar en el palacio del rey. A éstos Aspenaz debía enseñarles la escritura y la lengua de los caldeos.
Daniel 1:1, 3-4
Estábamos en algún lugar de Kansas, en la carretera I-70, al oeste. Y mi papá me dijo: «Michael, prométeme que leerás el libro de Daniel». Solo estábamos mi mamá, mi papá y yo en el auto. Mis padres me estaban dejando en la base donde comenzaría el entrenamiento militar básico. Y de todos los consejos de última hora que me pudo dar, eso fue lo que me dijo mi papá: «Lee el libro de Daniel».
Mi papá quería que leyera Daniel porque sabía que me ayudaría a ser un mejor testigo de Jesús. Ahora, a la tierna edad de 18 años, prácticamente yo ya lo «sabía» todo, y sabía que se supone que los cristianos sean testigos de Jesús. También sabía que yo no quería ser testigo. Ni siquiera sabía si creía en Jesús. Aun así, leí el libro de Daniel durante el entrenamiento básico, o la mayor parte del libro. Desde entonces, lo he leído muchas veces más. Mientras lo leo, entiendo tres verdades pertinentes al ser testigos. Las llamo las Tres C del testimonio cristiano. Son 1) COMPETENCIA; 2) CONVERSACIÓN; y 3) CUIDADO.
Para descubrir estas verdades, te animo a leer el libro de Daniel, o la mayor parte. Mientras lees, debes estar atento a esas tres C. Primero, la COMPETENCIA. La competencia encomia tu confesión de fe. Daniel y sus amigos son prisioneros de guerra. Han sido llevados cautivos para servir al malvado rey de Babilonia. Pero aun allí, Dios los hizo sus testigos. Y lo primero que hicieron fue volverse competentes. Aprendieron su trabajo y lo hicieron bien. Y cuando tú y yo hacemos lo mismo en nuestros trabajos y roles, esa competencia encomia nuestra confesión de fe en Jesús.
La segunda C es CONVERSACIÓN. Tus palabras son como una llave. Cuando estás en la puerta correcta pero tienes la llave equivocada, ¿qué sucede? No puedes entrar. Así sucede con las palabras de nuestro testimonio. Cuando Daniel y sus amigos estaban en Babilonia, adaptaron sus palabras a ese contexto. Y esas palabras desbloquearon conversaciones. Y muchos babilonios fueron acercados a la fe en el Único Dios Verdadero.
La tercera C es CUIDADO. Daniel y sus amigos se resistieron a la influencia de Babilonia. Y se resistieron no solo para mantener limpias sus conciencias. Lo hicieron porque tuvieron cuidado de que les importaran sus prójimos paganos, porque ellos conocían al Único Dios Verdadero, y a Dios le importan ellos. Y cuando tenemos cuidado de que genuinamente nos importen las personas con quienes conversamos, ese cuidado que tenemos refleja la compasión de Cristo por ellos y por nosotros.
Cuando entré en el ejército, no estaba listo para ser testigo de Jesús. Entonces, ¿sabes lo que Jesús hizo por mí? ¡Me envió testigos!
ORACIÓN: Jesús, haznos tus testigos, competentes, conversadores y cuidadosos, como tú. Amén.
Rev. Dr. Michael Zeigler
Para reflexionar:
* ¿Cuáles son tus «vocaciones» más importantes? ¿Cómo describirías tus deberes y privilegios?
* ¿Qué tal si te vuelves más competente en una o más de esas vocaciones?
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Editado por CPTLN – Chile / MGH
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