Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, y en el día de reposo entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se levantó a leer las Escrituras. Se le dio el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el texto que dice: «El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres; me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a proclamar el año de la buena voluntad del Señor».
Lucas 4:16-19
Este pasaje de Lucas describe el día en que Jesús se presentó en la sinagoga de Nazaret. Estaba allí para explicar un plan. Dios lo había puesto allí para deshacer la gran tragedia causada por la desobediencia de la humanidad. Había sido ungido con el poder del Espíritu Santo para ser un Siervo obediente hasta el final de su misión. Las antiguas profecías de bendición, dadas a los patriarcas y profetas, se cumplirían en Él.
La venida de Jesús fue una buena noticia para los que representaban a los sectores menos favorecidos de la sociedad. Eran los que gozaban de menos privilegios. Eran los que, según el judaísmo tradicional, estaban excluidos del Reino. Eran los que tenían poco que perder y todo por ganar. La primera generación de creyentes fue parte de ese sector social. A ellos se les anunciaba ahora un jubileo, un tiempo en el que se cancelaban las deudas y los oprimidos recuperaban su dignidad.
La realidad de la salvación es la misma hoy en día. Sin embargo, todavía hay muchos que se pierden por completo las Buenas Nuevas de Jesucristo. Hay quienes piensan que pueden ver, pero son ciegos; quienes piensan que son ricos, pero están vacíos; y quienes piensan que son libres, pero todavía están atados a los poderes de este mundo. Jesús ofrece su salvación a aquellos que saben que no tienen nada que ofrecer y todo para recibir. Es hermoso ver cuando Dios, a través de la obra redentora de Jesús, restaura las vidas de aquellos que son rechazados a una relación eterna con Él mismo.
ORACIÓN: Padre Celestial, dame un corazón pobre y humilde para recibir el regalo de Tu salvación. Líbrame de mi orgullo y ayúdame a mirar con misericordia a aquellos a quienes amas, compartiendo tu amor a todos quienes me rodean. En el nombre de Jesús. Amén.
Esta devoción se basa en el texto «Buenas noticias para los pobres», escrito por el Rev. Dr. Antonio Schimpf, profesor del Seminario Concordia en Buenos Aires, Argentina
Para reflexionar:
1.- ¿Cuáles son tus libertades favoritas?
2.- ¿Crees que quienes escucharon a Jesús leer a Isaías se dieron cuenta de que se trataba de Él? ¿Crees que tú te habrías dado cuenta?
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