¿Acaso no lo saben? ¿Nunca lo han oído? ¿Nunca les dijeron desde el principio? ¿Acaso nadie les enseñó esto desde que se fundó la tierra? Él tiene su trono sobre el arco de la tierra, cuyos habitantes son como langostas; él extiende los cielos como una cortina, y los despliega como una tienda de campaña. Él convierte en nada a los poderosos y a los gobernantes de la tierra […] «¿Con quién entonces pueden compararme?», dice el Santo. ¡Levanten los ojos al cielo, y miren quién creó estas cosas! Él saca y cuenta su ejército de estrellas; a todas las llama por su nombre, y ninguna de ellas falta; ¡tan grande es su poder, tan poderoso su dominio! […] ¿Acaso no sabes, ni nunca oíste decir, que el Señor es el Dios eterno y que él creó los confines de la tierra? El Señor no desfallece, ni se fatiga con cansancio; ¡no hay quien alcance a comprender su entendimiento!
Isaías 40:21-23, 25-26, 28
A pesar de toda la confusión que ha enredado al mundo en los últimos meses, una cosa permanece clara: Dios reina en los cielos y no se ha perdido nada. Él conoce cada una de nuestras preocupaciones e inquietudes y siempre está listo para escuchar nuestras súplicas, sin importar cuán desesperadas o catastróficas puedan ser.
Que Dios era un buen oyente era una buena noticia para Isaías, quien vivía en un mundo sacudido por la violencia y la incertidumbre. Los ejércitos de Asiria y, más tarde, Babilonia estaban en marcha, y era muy poco lo que Israel (o casi cualquier otra nación en su camino) pudiera hacer para detenerlos. Con los babilonios vino la destrucción de Jerusalén, el fin de la dinastía davídica y el exilio forzoso de muchos judíos a Babilonia. Fueron tiempos difíciles para los hijos de Israel: su nación fue invadida y sus ciudadanos fueron desterrados y destrozados.
Sin embargo, y a pesar de todo, Isaías sabía y confiaba en que Dios reinaba supremo sobre todas las cosas, sin importar cuán desesperadas parecieran. «El Señor da fuerzas al cansado, y aumenta el vigor del que desfallece. Los jóvenes se fatigan y se cansan; los más fuertes flaquean y caen; pero los que confían en el Señor recobran las fuerzas y levantan el vuelo, como las águilas; corren, y no se cansan; caminan, y no se fatigan» (Isaías 40: 29-31).
Pero Isaías no solo habló de las preocupaciones de su generación. También nos habla a nosotros hoy. Cuando la vida nos oprime y buscamos respuestas a tientas, el profeta nos recuerda que hay Uno que ha llevado nuestros males y soportado nuestros dolores, Uno a través de cuyas heridas somos sanados, Uno que hará que muchos sean considerados justos porque él ha cargado con sus pecados (ver Isaías 53).
Así es. Isaías habló de Jesús, la Palabra de Dios hecha carne para salvarnos de nuestros pecados (ver Juan 1: 1-18; Gálatas 1: 3-5).
ORACIÓN: Padre Celestial, gracias por contarnos acerca de Jesús a través de tu profeta Isaías. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
1.- ¿Qué quiso decir Isaías al usar el término «langostas» para describir a la humanidad?
2.- ¿De qué manera impacta tu fe el saber que Isaías habló acerca de la venida del Mesías cientos de años antes del nacimiento de Jesús?
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Editado por CPTLN – Chile / MGH
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