Así ha dicho el Señor: «Maldito el hombre que confía en otro hombre; que finca su fuerza en un ser humano, y aparta de mí su corazón. Ese hombre será como la retama en el desierto: Cuando el bien llegue, no lo verá; al contrario, vivirá en los sequedales del desierto, en lugares completamente despoblados.
»Pero bendito el hombre que confía en mí, que soy el Señor, y que en mí pone su confianza. Ese hombre es como un árbol plantado junto a los arroyos; echa sus raíces junto a las corrientes, y no se da cuenta cuando llega el calor; sus hojas siempre están verdes, y en los años de sequía no se marchita ni deja de dar fruto».
Jeremías 17: 5-8
A veces, cuando conducimos por las calles de los Estados Unidos, el paisaje se ve marrón y seco. Tal vez estemos conduciendo por un desierto, o tal vez sea tierra de cultivo, cuando la cosecha ha terminado y nadie está regando los campos en ese momento.
Pero de repente en el horizonte vemos una hilera de árboles. ¡No nos cuesta saber lo que eso significa! Hay un río allí, aunque todavía no podemos verlo. A los árboles no les importa que no haya llovido durante meses; están verdes y están creciendo, y más altos que cualquier otra cosa a su alrededor. El río es su medio de apoyo invisible.
Así es Dios para nosotros los cristianos. Hay momentos —¡demasiados!— en que nuestras vidas se ven secas y oscuras. A veces estamos lidiando con problemas de salud o con la muerte de un ser querido; a veces son momentos difíciles como el desempleo o la pérdida de una casa. Y a veces pasamos por esos momentos grises y monótonos que parecen llegar sin ningún motivo, momentos en los que no sentimos la presencia de Dios, y tal vez tampoco sentimos nada más, tenemos poca alegría, poca energía, pasamos los días poniendo un pie frente al otro, haciendo lo que tenemos que hacer, hasta que llega un nuevo día, y volvemos a hacer lo mismo.
A nadie le gustan esos momentos. Y, sin embargo, todo cristiano pasa por ellos. Y ¿qué apoyo tenemos cuando llegan los tiempos difíciles?
Solo este: el Señor, nuestra fuerza y nuestro Salvador. Él es Aquel que nació en este mundo para salvarnos, para vivir y morir y resucitar, con el fin de hacernos suyos. Él nos ha llamado y bautizado y nos ha dado fe en Él. Vivimos gracias a Él, lo estemos sintiendo o no. Vivimos de Él, hablando figurativamente, de la misma manera en que un árbol vive del agua que llega a sus raíces, bajo tierra donde nadie puede verla, ni siquiera el árbol mismo. La conexión es invisible, pero el resultado no lo es. Esos árboles se mantienen altos y verdes, incluso en medio de la sequía más profunda.
Jesús es tu apoyo. No importa si no lo sientes, ¡dudo que los árboles «sientan» el agua en sus raíces todo el tiempo! Pero estás conectado con Él y Él contigo, y su vida fluye a través de ti. Jesús es tu fuerza y tu vida, y Él te ayudará.
ORACIÓN: Señor, ayúdame a recordar y a confiar en ti, mi vida y mi fuerza. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Has vivido alguna temporada seca en tu vida personal? ¿Cómo fue?
* ¿Cómo recurres a la vida en Jesús cuando todo lo que te rodea parece muerto?
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