
Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea; y allí estaba la madre de Jesús. También Jesús y sus discípulos fueron invitados a la boda. Cuando se terminó el vino, la madre de Jesús le dijo: «Ya no tienen vino». Jesús le dijo: «¿Qué tienes conmigo, mujer? Mi hora aún no ha llegado».
Juan 2: 1-4
María acaba de mencionarle en voz baja a Jesús que la familia que organiza la boda no tiene vino. ¡Que embarazoso! El resto de los invitados comenzarán a notarlo pronto, y habrá de qué hablar. ¿Fue una mala planificación? ¿No podrían tal vez pagar más vino? Y si fue así, ¿qué nos dice eso de sus finanzas familiares? Las lenguas se moverán y avergonzarán a la familia durante años.
Necesitan ayuda, claramente, y María cree que Jesús encontrará la manera de brindar esa ayuda. Está tan segura de esto que ni siquiera se lo pregunta, solo le hace saber que hay una necesidad. Ella confía en que Él se encargará de eso.
Y Jesús lo hace, por supuesto. Convierte el agua en vino y la fiesta se salva. Pero no sin antes decir algo muy extraño: «¿Qué tienes conmigo, mujer? Mi hora aún no ha llegado».
Esa frase, «mi hora aún no ha llegado», aparece mucho en los Evangelios. En los otros Evangelios se refiere claramente al sufrimiento y la muerte de Jesús en la cruz. Está a salvo hasta esa hora (ver Juan 7:30, 8:20), pero la noche antes de su muerte, Jesús reconoce que la hora ha llegado (ver Juan 12:23, 27, 13: 1; 17: 1). Es hora de que Él dé su vida, muera y resucite. Para que el pueblo de Dios viva para siempre, Jesús proporcionará perdón, paz y un lugar en la familia de Dios para todos los que confíen en Él. No les faltará nada.
Y esa podría ser la clave de por qué Jesús le dice eso tan extraño a María, que podría traducirse como «¿Por qué me involucras? Todavía no es hora de que muera». El vino es un símbolo de alegría; también es el elemento que Jesús eligió para darnos su propia sangre a través, en la Sagrada Comunión. Para hacer vino, una uva debe triturarse y renunciar a su jugo. Para darnos vida eterna y gozo, Jesús mismo será aplastado. Y lo hace con alegría: se da a sí mismo, para que podamos vivir y regocijarnos en él para siempre.
ORACIÓN: Querido Salvador, gracias por entregarte para que podamos tener gozo contigo para siempre, en la fiesta de las bodas del Cordero. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* Si el vino es un símbolo tanto de muerte (uvas aplastadas) como de vida, ¿es así también para el pan / grano?
* ¿Cómo ha traído Jesús alegría a tu vida?
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