Y cuando oigan hablar de guerras y de levantamientos, no se alarmen, porque es necesario que esto suceda primero, pero el fin no llegará de manera repentina». También les dijo: «Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá impresionantes terremotos, y hambre y pestilencias en diferentes lugares; también sucederán cosas espantosas y habrá grandes señales del cielo…».
Habrá entonces señales en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra, la gente se angustiará y quedará confundida por causa del bramido del mar y de las olas. El miedo y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra hará que los hombres desfallezcan, y los poderes celestiales se estremecerán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con poder y gran gloria. Cuando esto comience a suceder, anímense y levanten la cabeza, porque su redención estará cerca».
Lucas 21:9-11, 25-28
Hay un tema de conversación que sigue surgiendo con mis amigos. En susurros silenciosos, uno de nosotros le dice a otro: «¿Crees que ya es el fin de los tiempos? ¿Está el mundo llegando a su fin?».
No es una sorpresa. Hemos tenido años de alboroto político. COVID-19. Aislamiento. Duelo por las personas que hemos amado y perdido. Nos preocupamos por el futuro: nuestros trabajos, nuestros hogares, nuestra salud. Nos preocupamos por el mundo: guerra en Ucrania, terremotos y hambrunas en muchos lugares, volcanes, tsunamis, clima extraño, cambio climático. Todo se parece cada vez más a la imagen que Jesús pintó en la lectura de hoy.
Y nuestra respuesta es el miedo. Es normal. Somos humanos. No queremos sufrir ni morir. Tampoco queremos que las personas que amamos sufran o mueran. Y así miramos el estado del mundo con pavor y miedo.
¿Qué puede vencer el miedo? Nada más que la esperanza. Y esta es nuestra esperanza: que nuestra redención se acerca. Tal como lo prometió, Jesús regresará, nos verá cara a cara y pondrá fin por completo a todo el mal que hemos sufrido durante nuestra vida. Nos abrirá los cielos nuevos y la tierra nueva que está creando: el cosmos en el que «está el tabernáculo de Dios con los hombres. Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir» (Apocalipsis 21:3b-4).
La promesa de Jesús es segura. Él no nos abandonará, no el Salvador que nos ama, que murió y resucitó para hacernos suyos. Él ciertamente cumplirá su promesa y vendrá a nosotros; y mientras esperamos, nos aferramos a esa certeza. E incluso en los días más oscuros, podemos consolarnos unos a otros con la promesa de su venida. Nada es más seguro que eso, porque Él lo ha dicho, y Él no es mentiroso.
ORACIÓN: Señor Jesús, ayúdame cuando estoy ansiosa y con miedo. Dame verdadera esperanza en ti. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* En una escala del uno al diez, ¿dónde dirías que está tu nivel de miedo?
* ¿De qué formas te vuelves a Jesús cuando tienes miedo?
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