Toda la tierra hablaba la misma lengua y las mismas palabras. Y aconteció que según iban hacia el oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, fabriquemos ladrillos y cozámoslos bien. Y usaron ladrillo en lugar de piedra, y asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta los cielos, y hagámonos un nombre famoso, para que no seamos dispersados sobre la faz de toda la tierra.
Y el Señor descendió para ver la ciudad y la torre que habían edificado los hijos de los hombres. Y dijo el Señor: He aquí, son un solo pueblo y todos ellos tienen la misma lengua. Y esto es lo que han comenzado a hacer, y ahora nada de lo que se propongan hacer les será imposible. Vamos, bajemos y allí confundamos su lengua, para que nadie entienda el lenguaje del otro.
Así los dispersó el Señor desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por eso fue llamada Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra; y de allí los dispersó el Señor sobre la faz de toda la tierra.
Génesis 11:1-9 LBLA
La historia de la Torre de Babel puede ser algo rara. Todo parece una demostración de fuerza: quieren hacerse un nombre famoso; por eso están construyendo una enorme torre. Y, sin embargo, mira la razón que tienen para hacer esto: «para que no seamos dispersados sobre la faz de toda la tierra».
Esta gente tiene miedo. Están acurrucados todos juntos en el plano de Sinar. Saben que Dios quiere que se extiendan y pueblen la tierra, pero no confían en Él. Piensan que sería mejor quedarse en un solo lugar, al alcance de la vista unos de otros. ¡Después de todo, es difícil perderse cuando hay una torre gigante que llega hasta el cielo! Y la torre probablemente intimidaría a otras tribus a su alrededor.
Verdaderamente, esa es la razón por la cual los seres humanos hacemos muchas de las cosas tontas o malas que hacemos. Tenemos miedo. No confiamos en Dios. Y así nos comportamos egoístamente. Acumulamos dinero y comida en lugar de compartir. Nos preocupamos solamente por nuestro propio futuro y por eso tomamos decisiones que perjudican a los demás. Nos juntamos bien acurrucados con personas similares a nosotros, en lugar de abrir nuestras vidas a personas diferentes.
Dios entiende el miedo que tenemos. Así que, a veces nos obliga a salir de nuestras zonas de comodidad, como lo hizo cuando confundió el lenguaje humano en la Torre de Babel.
Pero ese tipo de respuesta es un instrumento atrevido. No trata con el miedo que todavía llevamos en lo más profundo de nuestro corazón. Así que Dios hizo algo mejor. Él envió a Jesús.
Jesús es la respuesta a nuestro miedo. Si alguna vez quieres saber cómo es Dios, puedes mirar a Jesús. Él es la imagen del Dios invisible. ¿Y qué vemos en Él? A Alguien que es paciente, compasivo y bueno. Alguien que está dispuesto a vivir y a morir por ti, sí, y a resucitar. Alguien que te conoce a ti y todos los secretos que llevas dentro, y aun así te quiere, te quiere para siempre. Alguien que te sostiene de la mano mientras caminas en medio de tus miedos y te lleva al otro lado.
Este es el Dios que tenemos, la respuesta a todos nuestros miedos.
ORACIÓN: Cuando tenga miedo, Señor, ayúdame a confiar en ti. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Cuáles son algunos de tus miedos?
* ¿En qué ocasiones te ha llevado tu miedo a hacer algo tonto o incorrecto?
© Copyright 2022 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: