Entonces Pedro empezó a hablar, y dijo: «En verdad comprendo ahora que Dios no hace acepción de personas, sino que a él le agrada todo aquel que le teme y hace justicia, sea de la nación que sea. Dios envió un mensaje a los hijos de Israel, y en él les anunciaba las buenas noticias de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos (…) Nosotros somos testigos de todo lo que Jesús hizo en Judea y en Jerusalén. Pero lo mataron, colgándolo de un madero. Sin embargo, Dios lo resucitó al tercer día, y permitió que muchos lo vieran. Pero no lo vio todo el pueblo, sino sólo aquellos testigos que Dios había elegido de antemano, es decir, nosotros, los que comimos y bebimos con él después de que él resucitó de entre los muertos. Él mismo nos mandó a predicar al pueblo, y a dar testimonio de que Dios lo ha nombrado Juez de los vivos y de los muertos. Acerca de él dicen los profetas que todos los que crean en su nombre recibirán el perdón de sus pecados».
Mientras Pedro les hablaba así, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que lo escuchaban. Los judíos circuncidados que habían acompañado a Pedro estaban atónitos de que también los no judíos recibieran el don del Espíritu Santo, pues los oían hablar en lenguas y magnificar a Dios. Entonces Pedro dijo: «¿Hay algún impedimento para que no sean bautizadas en agua estas personas, que también han recibido el Espíritu Santo, como nosotros?».
Hechos 10:34-36a, 39b-47
Durante muchos años fui la primera persona blanca que conocieron los niños vietnamitas de nuestra iglesia. Cuando veían mi cara, su reacción era más o menos la misma: primero arrugaban el rostro como si fueran a llorar, luego se acercaban y tocaban mi larguísima nariz, ¡y le daban un tirón fuerte! A nosotros nos hace gracia, pero puede dar miedo estar con personas diferentes a uno. ¿Serán buenos o malos? ¿Podré confiar en ellos?
Pedro enfrentó una versión adulta de este problema cuando el Espíritu Santo lo envió a visitar al soldado romano Cornelio a su casa. Hasta ese momento, Pedro había estado viviendo entre judíos cristianos. Pero ahora Dios estaba planeando traer a un grupo de extranjeros para convertirlos en sus hijos a través de la fe en Jesús, tal como lo había hecho con el pueblo judío. ¿Cómo iba a hacer Pedro para convencerlos de que Dios lo decía en serio, que los gentiles eran verdaderamente cristianos, y no creyentes de segunda clase?
Dios se encargó de eso. Cuando Pedro les habló de Jesús, Dios dio a esos nuevos creyentes un mini-Pentecostés, como el que habían tenido antes los creyentes judíos. No pasó mucho tiempo hasta que el resto de la iglesia joven reconociera la obra de Dios: «¡Así que Dios también les ha concedido a los no judíos la oportunidad de arrepentirse para que tengan vida!» (Hechos 11: 18b).
¿Cómo es contigo? Seguramente hay personas que también te son ajenas: personas con un color de piel diferente o que hablan un idioma diferente o siguen costumbres diferentes o comen alimentos diferentes. Y quizás te ponga nervioso ir entre ellos. Pero Dios también los ha llamado al reino de su Hijo Jesús. Cristo también se ha convertido en su Salvador a través de su muerte y resurrección. Ellos necesitan escuchar de Él, si aún no lo han hecho.
ORACIÓN: Señor, úsame para la expansión de tu Reino, aun cuando me ponga nervioso. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Tienes amigos o familiares diferentes a ti? ¿Cómo aprendiste a amarlos?
* A menos que seas judío, debes agradecer a un grupo extranjero por traerte a ti y a tu gente el Evangelio. ¿A quién?
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