Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado.
1 Juan 1:7
Los registros de cualquier iglesia de más de cien años muestran que la gripe puede ser una bestia desagradable.
En 1910 murieron personas de todo tipo de enfermedades y accidentes. Lo mismo ocurrió en 1911, 1912 y 1913. Pero en el año 1918, las cosas cambian… debido a la «influenza». En 1918, el mundo se vio afectado por una cepa de influenza de potencia catastrófica. El virus H1N1 afectó a entre 300 y 500 millones de personas y dejó una cifra de muertos de entre 30 y 60 millones de personas.
Los científicos dicen que cepas de gripe como la de 1918 no ocurre con frecuencia, pero cuando sucede, ¡a cuidarse! Y cuidarse es exactamente lo que el mundo estaba haciendo en 2007 cuando la «gripe aviar», el H5N1, apareció. Si esa cepa del virus de la influenza llegaba a extenderse como lo hace la gripe, habría grandes problemas en el horizonte. Podría haber sido 1918 de nuevo.
Esto probablemente explica por qué tanta gente estaba contenta en 2007, cuando los investigadores dijeron que había esperanza. Creían que era posible acumular anticuerpos contra la gripe aviar. Si tenían razón, y el almacenamiento funcionaba, se podrían salvar millones de vidas.
Por supuesto, esto plantea la pregunta: «¿Dónde obtener anticuerpos contra la gripe aviar?». La ciencia una vez más proporcionó la respuesta. Podemos obtener esos anticuerpos de la sangre de las personas que contrajeron la enfermedad y sobrevivieron. En resumen, otros pueden vivir gracias a la sangre de alguien que ha vencido a la muerte.
La idea de ser salvado por la sangre de otra persona no es una idea nueva. Dios dijo lo mismo cuando inspiró al apóstol Juan a escribir: «La sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado». San Pablo estuvo de acuerdo cuando escribió: «En él (Jesús) tenemos la redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia» (Efesios 1:7).
Gracias a la sangre derramada por Jesús en la cruz del Calvario, nosotros también somos lavados de nuestros pecados. Somos salvos por la sangre de Jesús que destruye la muerte y da vida, una cura espiritual prometida y entregada por Dios mismo.
ORACIÓN: Querido Señor Jesús, te doy gracias porque tu santa sangre me ha lavado de mi pecado. En tu nombre. Amén.
Para reflexionar:
1.- ¿Cómo limpia del pecado la sangre de Jesús?
2.- ¿De qué manera el sacrificio de Jesús por ti afecta tu vida de cada día?
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