Jesús comenzó a hablarles por medio de parábolas: «Un hombre plantó una viña; le puso una cerca, le cavó un lagar, levantó una torre, y la arrendó a unos labradores. Luego se fue lejos. A su debido tiempo, envió un siervo a los labradores para que le entregaran la parte de lo que la viña había producido. Pero los labradores lo agarraron y lo golpearon, y lo mandaron con las manos vacías. Volvió a enviarles otro siervo, pero a éste lo descalabraron y lo insultaron. Volvió a enviar otro más, y a éste lo mataron. Después mandó a muchos otros pero a unos los golpearon y a otros los mataron. Todavía le quedaba uno a quien enviar, que era su hijo amado, y finalmente lo envió a ellos, pues pensó: “A mi hijo lo respetarán”. Pero aquellos labradores se dijeron unos a otros: “Éste es el heredero. Vamos a matarlo, y la herencia será nuestra”. Y lo agarraron y lo mataron, y luego arrojaron su cuerpo fuera de la viña.
Marcos 12:1-8
Lo desconcertante de esta historia es el comportamiento del dueño. Un siervo tras otro es golpeado o asesinado y el dueño sigue enviando más gente, hasta que matan a su propio hijo. ¿Por qué no enviar a la policía luego de que el primer siervo resultó herido?
Es una pregunta justa. Pero sería igualmente justo hacer la pregunta paralela: ¿Por qué Dios no acabó con toda la raza humana en el momento en que nos rebelamos contra él? ¿Por qué nos da una segunda oportunidad, una tercera y un millón de oportunidades hasta que matamos a Jesús, su Hijo único?
Parece una locura. Le aconsejaríamos a Dios que reduzca sus pérdidas, que comience de nuevo, que haga un nuevo grupo de personas y se olvide de los corruptos.
Pero Dios no hace eso. Aunque cueste creerlo, él tiene su corazón puesto en los corruptos, en nosotros, y no se va a dar por vencido ni se va a rendir. Él nos va a salvar, va a cambiar nuestro corazón y va a volver a hacernos sus hijos, aun cuando sea a costa de la vida de su propio Hijo amado.
ORACIÓN: Señor, no puedo comprender este tipo de amor, pero te doy gracias porque me amas de esta manera. Amén.
Para reflexionar:
1.- ¿Tiendes a reducir tus pérdidas o a arreglar lo que se ha roto?
2.- ¿Qué es lo más ridículo que has hecho en nombre del amor?
3.- ¿Te resulta fácil o difícil creer que Dios te ama tanto? ¿Por qué?
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Editado por CPTLN – Chile / MGH
Título original: “¿Por qué?”.
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