Amados hermanos, no se sorprendan de la prueba de fuego a que se ven sometidos, como si les estuviera sucediendo algo extraño. Al contrario, alégrense de ser partícipes de los sufrimientos de Cristo, para que también se alegren grandemente cuando la gloria de Cristo se revele…
Por lo tanto, muestren humildad bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo. Descarguen en él todas sus angustias, porque él tiene cuidado de ustedes. Sean prudentes y manténganse atentos, porque su enemigo es el diablo, y él anda como un león rugiente, buscando a quien devorar. Pero ustedes, manténganse firmes y háganle frente. Sepan que en todo el mundo sus hermanos están enfrentando los mismos sufrimientos, pero el Dios de toda gracia, que en Cristo nos llamó a su gloria eterna, los perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá después de un breve sufrimiento.
(1 Pedro 4:12-13; 5:6-10)
En los comienzos del ministerio de mi familia con los vietnamitas, cuando lidiábamos con desastre tras desastre —enfermedades, accidentes, peleas en la iglesia, problemas económicos— yo pensaba: «La próxima semana será mejor, el próximo mes todo irá sobre ruedas, ¡como se supone que debe ir!»
Después de unos veinte años, finalmente me di cuenta: una vida llena de problemas y sufrimiento es un ministerio normal y no algo extraño o inusual. Vivimos en un mundo quebrantado por el pecado y oprimido por la obra del diablo. Jesús aún no ha regresado en gloria. Y mientras tanto, sufrimos.
Pero no todo son malas noticias. Aunque nadie quiere sufrir, Dios puede sacar algo bueno de ello. Pedro nos dice que Dios usa nuestro sufrimiento de la misma manera que el fuego prueba la pureza del oro y deja que el orfebre se deshaga de la escoria. Cuando sufrimos, estamos en las manos de Jesús; y Él no permitirá que seamos destruidos, sino que usará el sufrimiento para hacernos más y más como Dios quiere que seamos.
El sufrimiento es una parte normal de caminar con Cristo. Jesús dijo: «Si alguno me sirve, sígame; donde yo esté, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará» (Juan 12:26). Nos sentimos honrados de ser siervos de Jesús y lo seguimos, incluso en una vida llena de sufrimiento, ¡porque los siervos siguen a sus amos!
Pero el sufrimiento no es para siempre. Jesús también resucitó de entre los muertos para nunca más morir y nos ha prometido que regresará en el último día para que estemos con Él para siempre. En el cielo nuevo y la tierra nueva «Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir» (Apocalipsis 21: 4).
ORACIÓN: Querido Señor, ayúdame a soportar los sufrimientos de una manera que te honre. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Alguna vez te han dado un honor que quisieras poder rechazar?
* ¿Recuerdas situaciones en las que Dios ha producido algo bueno de tu sufrimiento?
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