Que nadie los engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre aquellos que no lo obedecen. Por tanto, no se junten con esa clase de gente.
En otro tiempo, ustedes eran oscuridad; pero ahora son luz en el Señor. Por tanto, vivan como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu se manifiesta en toda bondad, justicia y verdad), y comprueben lo que es agradable al Señor.
No tengan nada que ver con las obras infructuosas de las tinieblas; al contrario, denúncienlas. ¡Hasta vergüenza da hablar de lo que ellos hacen en secreto! Pero cuando todas las cosas son expuestas a la luz, quedan de manifiesto; porque la luz lo manifiesta todo.
Por eso dice: «Despiértate, tú que duermes. Levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo». Por tanto, ¡cuidado con su manera de vivir!
No vivan ya como necios, sino como sabios. Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos. No sean, pues, insensatos; procuren entender cuál es la voluntad del Señor. No se emborrachen con vino, lo cual lleva al desenfreno; más bien, llénense del Espíritu. Hablen entre ustedes con salmos, himnos y cánticos espirituales; canten y alaben al Señor con el corazón, y den siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Cultiven entre ustedes la mutua sumisión, en el temor de Dios.
Efesios 5: 6-21
Estos versículos forman parte de los comentarios del apóstol Pablo sobre vivir una vida piadosa como seguidores de Jesús. En Efesios 4-6, Pablo exhorta a sus lectores a considerar sus acciones sabiamente mientras se dedican fielmente a Aquel que «se entregó a sí mismo por nosotros, como ofrenda y sacrificio a Dios, de aroma fragante» (Efesios 5: 2b).
Pablo no era ajeno al conflicto entre el bien y el mal que hace que el cristiano camine por el desafío que es el diario vivir. No es diferente para nosotros hoy, ¿verdad? Nuestras vidas ajetreadas rebosan de cosas que desvían nuestra atención de Dios, cosas que nos mantienen alejados de Él y hacen que descuidemos aquellas cosas en las que debemos concentrarnos.
Pablo conocía este conflicto demasiado bien. «Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero» (Romanos 7:19). Esta es también nuestra lucha. Queremos agradar a Dios; queremos vivir una vida apasionada por Jesús, pero algo nos obstaculiza: nuestra carne, el mundo, el mismo Satanás. «¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Doy gracias a Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 7: 24-25a).
Pero, gracias a Dios por Jesucristo nuestro Señor. Él es nuestro Libertador. El propio Hijo de Dios tomó nuestra carne, peleó la batalla que no pudimos ganar, ¡y nos da su victoria como si fuera nuestra! Tomemos ahora estas vidas recién nacidas que se nos han dado y vivamos para Él, caminando diariamente como hijos de la luz.
ORACIÓN: Padre celestial, que nuestras vidas brillen para ti todos los días. En el nombre de Jesús oramos. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
* ¿Cómo intentas discernir lo que agrada al Señor?
* ¿Qué podría haber significado (especulando un poco) que Pablo quisiera hacer el bien pero, al final, hiciera el mal?
© Copyright 2021 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: