Así que, todo lo que quieran que la gente haga con ustedes, eso mismo hagan ustedes con ellos, porque en esto se resumen la ley y los profetas.
Mateo 7:12
Nuestro texto es parte del extenso discurso de Jesús conocido como el «Sermón del Monte», donde Jesús resume lo que la mayoría de la gente llama «la regla de oro»: tratar a los demás como nos gustaría que nos traten a nosotros y actuar de una manera equilibrada y justa con los demás, tal como nos gustaría que actuaran con nosotros.
Estas palabras de Jesús pueden usarse como patrón de comportamiento en todas las áreas de la vida. Al comentar sobre los mandamientos, Martín Lutero explica que debemos tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros, ya sea nuestro hermano o hermana, padre o madre, compañero de trabajo, vecino o pastor. Ahora bien, si bien esta es una guía útil para los seres humanos pecadores, no capta la forma en que el Dios justo trata con nosotros.
Si la respuesta de Dios hacia nosotros estuviera en consonancia con nuestra conducta hacia Él, incluso en nuestros mejores días, no nos iría bien. Su justicia está más allá de la comparación humana; Dios es perfecto, absoluto e incapaz de ser satisfecho por nuestros esfuerzos o mejores intenciones. Cuando tratamos a Dios con falta de respeto o lo descuidamos (a Él y a Su Palabra), Él todavía es paciente con nosotros. Cuando pecamos y despreciamos la relación que tenemos con Él, Él sigue perdonándonos y siempre está dispuesto a llevarnos de regreso a una comunión genuina y saludable con Él.
En lugar de la retribución que merecemos, Dios nos ofrece su gracia: la fuente infinita e inmerecida de amor y perdón que le ha mostrado a la humanidad a través de la ofrenda de sacrificio de su Hijo, Jesucristo, en la cruz. «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, que es Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos» (1 Timoteo 2: 5-6a).
Por más que lo intentemos, no hay nada que podamos hacer para ganar el favor de Dios. Pero confiamos en su misericordia, sabiendo que Él nos ama con un amor eterno (ver Jeremías 31: 3). Y ese amor es Jesús, la gracia paciente de Dios, dado gratuitamente a ti y a mí.
«Así, pues, justificados por la fe tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5: 1).
ORACIÓN: Padre Celestial, gracias por el perdón que tenemos a través de la vida, muerte y resurrección de tu Hijo eterno, Jesús. Amén.
Extraído de la devoción, «La gracia paciente de Dios», por el pastor Josef Henning, quien ha servido en Sudáfrica con LHM.
Para reflexionar:
1.- ¿En qué situaciones te resulta más difícil poner en práctica la regla de oro?
2.- ¿De qué manera es posible confundir la regla de oro con la salvación?
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