Las obras del Señor son grandes; todos los que las desean, las buscan. La creación del Señor es hermosa, y su justicia permanece para siempre. El Señor es bondadoso y compasivo, y todo lo que hace merece recordarse.
Salmo 111:2-4
Las obras del Señor son buscadas por todos los que las desean. Astrónomos, biólogos y científicos estudian las maravillas de la creación. Los médicos, enfermeras y todos los que están involucrados en la atención e investigación médica, estudian el cuerpo humano que Dios ha hecho de manera maravillosa (ver Salmo 139:14), y así conocen el mundo que Él ha creado.
Pero no solo los expertos se maravillan del esplendor y la majestad de las obras de Dios. La mayoría de las personas disfrutamos del mundo que Dios nos ha dado. Incluso los incrédulos pueden apreciar las maravillas de la creación, porque Dios «hace salir el sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos» (Mateo 5: 45b). Pero los incrédulos no reconocen al Dios que creó todas las cosas, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Aunque puedan maravillarse de sus obras «cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y honraron y dieron culto a las criaturas antes que al Creador» (Romanos 1:25).
Por la gracia de Dios, reconocemos la majestad de la creación y adoramos a su Creador. Lo hacemos en el Nombre de Jesucristo, a través de quien y para quien «todas las cosas fueron creadas» (Colosenses 1: 16b). Nos maravillamos especialmente de la justicia de Dios a través de Jesús con la que fuimos revestidos en el bautismo y damos fe por la obra salvadora de Jesús.
La creación misma nos recuerda todo lo que nuestro Salvador ha hecho por nosotros. De las muchas maravillas de los cielos nocturnos, damos gracias por la estrella que anunció el nacimiento de Jesús en Belén. De los bosques que cubren gran parte de la tierra, alabamos a Dios por ese madero hecho por el hombre y toscamente tallado en el que murió nuestro Salvador. De todos los majestuosos e imponentes acantilados de piedra, nos maravillamos de esa piedra pesada, tallada a mano, que cayó de la entrada de una tumba oscura para revelar que Jesús había resucitado de entre los muertos.
Nos maravillamos del mundo que Dios creó y sostiene hasta el día de hoy. Lo adoramos como nuestro Creador y Salvador porque Dios «ha hecho que sus maravillosas obras sean recordadas». En las palabras inspiradas por el Espíritu de las Sagradas Escrituras, las obras poderosas de Dios se revelan ante nuestros ojos, oídos y corazones.
Desde la creación y sus promesas hasta el regalo de su Hijo, la historia del amor de Dios se despliega en el testimonio escrito de las páginas sagradas. También conocemos maravillas más grandes e inimaginables que están por venir: nuestra resurrección a la vida en el Día Final, un cielo y una tierra nuevos y una vida para siempre en la presencia de nuestro Dios y Salvador. Proclamaremos entonces como lo hacemos ahora: «¡Grandes son las obras del Señor!»
ORACIÓN: Señor Dios, me maravillan las obras de Tus manos y doy gracias por la obra redentora de mi Salvador Jesucristo. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
1.- ¿Alguna vez has visto algo en la naturaleza y pensado: «¡Qué maravilloso es Dios!»? ¿Qué fue lo que viste?
2.- ¿Qué puedes hacer para aprender más sobre la creación de Dios?
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