¡Aquí está mi siervo, mi escogido, en quien me complazco! Yo lo sostengo; sobre él reposa mi espíritu. Él traerá la justicia a las naciones […] Quiero que abras los ojos de los ciegos, que saques de la cárcel a los presos, y de sus calabozos a los que viven en tinieblas.
(Isaías 42:1,7).
El Dr. Bernard Nathanson, ginecólogo obstetra conocido como el «rey de los abortos» en los años 70, participó en más de 60 mil abortos en su carrera y personalmente realizó más de 5 mil, convencido de que estaba haciendo algo bueno por la sociedad.
En esa misma década, se introduce el ultrasonido con imagen y ve con sus propios ojos, por primera vez, cómo se desarrolla la vida humana dentro del vientre. Allí se da cuenta del gran error que cometió, se arrepiente de sus hechos, y se convierte al cristianismo y en un gran defensor de los derechos de los niños no nacidos y de las mujeres embarazadas.
El ser humano tiende a pensar que no ha ofendido a Dios. No logra entender la magnitud de su pecado. No es hasta que el Espíritu Santo nos abre los ojos y podemos ver con los ojos espirituales cuán horrendo es nuestro pecado y ofensa a Dios. No somos perfectos y nada que no sea perfecto satisface a Dios. No podíamos hacer nada por nuestra cuenta para complacer y estar a cuentas con Dios (Isaías 1:18 RVR1960).
Pero hay uno que sí complace al Padre, el único perfecto: Jesucristo, en quien tenemos el perdón y la vida eterna. Dios envió a su Hijo por nosotros y con él también nos ha dado al Espíritu Santo. El mismo que descendió sobre Jesús como paloma en su bautismo es el mismo que desciende sobre nosotros en nuestro bautismo para que en Él seamos perfectos ante Dios. Cuando Dios nos mira a ti y a mí, ya no mira nuestra imperfección, sino que mira a su Hijo perfecto en nosotros y se complace.
ORACIÓN: Señor, gracias por abrir mis ojos, llamarme al arrepentimiento, perdonarme y darme la vida eterna. Amén.
Diaconisa Noemí Guerra
Para reflexionar:
* ¿A qué te llama Dios a arrepentirte hoy?
* Medita un momento en el hecho de que eres siervo de Dios, escogido, en quien se complace por medio de Cristo.
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