Hermanos, yo no pude hablarles como a personas espirituales sino como a gente carnal, como a niños en Cristo. Les di a beber leche, pues no eran capaces de asimilar alimento sólido, ni lo son todavía, porque aún son gente carnal. Pues mientras haya entre ustedes celos, contiendas y divisiones, serán gente carnal y vivirán según criterios humanos. Y es que cuando alguien dice: «Yo ciertamente soy de Pablo»; y el otro: «Yo soy de Apolos», ¿acaso no son gente carnal? Después de todo, ¿quién es Pablo, y quién es Apolos? Sólo servidores por medio de los cuales ustedes han creído, según lo que a cada uno le concedió el Señor.
Yo sembré, y Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que siembra ni el que riega son algo, sino Dios, que da el crecimiento. Y tanto el que siembra como el que riega son iguales, aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios.
(1 Corintios 3:1-9)
Hay algo que pasa en las iglesias a veces cuando un pastor se jubila o recibe un llamado a otro lugar. De repente, el número de personas que asisten a la iglesia se reduce a la mitad. Pueden pasar años antes de que la asistencia vuelva a la normalidad. ¿Por qué pasó esto?
Me temo que es el problema que Pablo notó con los corintios. Esos nuevos cristianos se estaban clasificando en grupos según su maestro favorito, ¡prestando más atención a ellos que a Jesús mismo! Y claro, eso provocó peleas en la iglesia. Hubo discusiones, hubo quejas, todas las cosas que no queremos ver en el pueblo de Dios.
Pero eso también nos pasa hoy a nosotros, ¿no? Escuchamos mucho hablar sobre los «viejos tiempos» y «cómo solían ser las cosas». Y podría ser incluso peor ahora porque estamos recordando los días anteriores a la pandemia, los días en que muchas personas que amamos todavía estaban vivas y otras aún estaban lo suficientemente sanas como para asistir a la iglesia. Y suspiramos y pensamos en cómo han cambiado las cosas, y nos culpamos unos a otros.
Pero Jesús nos llama a algo mejor. Él nos llama a mirarlo a Él, sólo a Él, a Jesucristo, quien es el mismo hoy, ayer y por los siglos. Estuvo allí en los viejos tiempos que recordamos con tanto cariño. Está aquí con nosotros ahora mientras luchamos y tratamos de recuperarnos. Y estará con nosotros en el futuro sin importar lo que pase porque Él es Dios y nuestro Salvador. Él dio su vida por nosotros y resucitó de entre los muertos. ¿Cómo es posible que nos abandone ahora?
Dejemos que Jesús nos tome de la mano y nos guíe hacia el futuro que tiene para nosotros. Avancemos como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Siguiéndolo, creceremos juntos en el amor y el apoyo mutuo. Aprenderemos a celebrar nuestras diferencias en lugar de tenerles miedo. Y el Espíritu Santo de Dios morará dentro de nosotros y nos fortalecerá en la fe, para que nuestros corazones estén siempre con Jesús, Aquel quien nos ama y nos llama a ser uno.
ORACIÓN: Señor, pon mi corazón en ti en lugar de en cualquier otra persona. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Cómo podemos aprender a amarnos unos a otros en la iglesia como Jesús quiere?
* ¿Cómo te ayuda Jesús a amar a las personas con las que estás en conflicto?
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