Lo que veas con tus propios ojos no lo pongas enseguida en disputa, no sea que al final no sepas qué hacer, y tu prójimo acabe por ponerte en vergüenza. Defiende tu caso ante tu compañero, y no reveles a nadie el secreto; no sea que alguien te oiga y te deshonre, y ya no puedas reparar tu mala fama.
Proverbios 25:7b-10
De todas las partes del cuerpo, la lengua es la que más daño hace. Nos permite comunicarnos con nuestros vecinos, ¿y qué decimos? Lo que sea que sabemos, o creamos que sabemos. Y ese es el problema.
Son muy pocas las personas que pueden evitar emitir un juicio ante una situación ambigua. ¿Se vio el automóvil del pastor a altas horas de la noche frente a la casa de una mujer? ¡Seguro que está teniendo una aventura! ¿Salió un grupo de personas de la oficina del jefe con caras serias y pasaron por delante de su escritorio sin saludar? ¡Seguro que habrá despidos! Y así las lenguas comienzan a moverse y muchos terminan heridos.
A veces las conjeturas son ciertas, pero a veces están completamente fuera de lugar. El automóvil del pastor podría estar allí porque él y su esposa están juntos dando atención de emergencia a alguien en crisis. La reunión seria podría estar ocurriendo porque el director ejecutivo ha anunciado su retiro o la apertura de una nueva división. ¿Quién puede decirlo?
Dios puede. Y es por eso que seríamos más sabios si lleváramos nuestros miedos y preocupaciones a Él, el único que sabe todas las cosas, que nunca pasará chismes ni hará daño con lo que le decimos. Pero ¿y si ya nos hemos equivocado? ¿Es posible reparar las relaciones rotas causadas por nuestras lenguas pecaminosas?
A veces, con la ayuda de Dios, sí. Otras veces, no. Pero cuando nos enfrentamos a un lío creado por nosotros mismos, siempre podemos acudir a Él en busca de misericordia, ayuda y sabiduría. Él nos mostrará lo que debemos hacer. Podemos (o no) recuperar esa relación rota, esa oportunidad perdida. Pero Dios puede sacar el bien incluso del mal que hacemos, y perdonarnos también.
Aquí es donde confiamos en nuestro Salvador Jesús para el perdón, la limpieza y la renovación. Nuestro pecado no es una sorpresa para Él. Es por eso que Él vino al mundo. Y aunque podemos sentir que no somos dignos de ser amados y perdonados, la muerte de Jesús en la cruz nos dice que eso no es cierto. Jesús nos ama incluso ahora. Él nos llama a Él, incluso ahora. Y Él compartirá con nosotros su vida de resurrección, una vida más allá de toda esperanza, una vida renovada, si tan solo se lo permitimos. Lancémonos a su misericordia.
ORACIÓN: Querido Señor, por todo el daño que he hecho con mi lengua, perdóname. Ayúdame y quédate conmigo. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Cómo te previenes de hacer daño con tu lengua?
* ¿Qué palabras de Jesús te consuelan y te fortalecen?
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