Pueblo mío, ¡préstame atención! Nación mía, ¡escúchame! De mí saldrá la ley; mi justicia será la luz de los pueblos. Ya está cerca mi justicia; ya ha salido mi salvación. Mis brazos juzgarán a los pueblos, pues los habitantes de la costa esperan en mí, y en mi brazo han puesto su esperanza. Levanten los ojos a los cielos, y vuelvan la mirada hacia la tierra: los cielos se desvanecerán como el humo, la tierra se envejecerá como la ropa, y así también perecerán sus habitantes; pero mi salvación permanecerá para siempre, ¡mi justicia no perecerá!
Isaías 51: 4-6
Encuentro algo de consuelo en la permanencia de Dios. A medida que envejezco, veo que mueren más y más personas a mi alrededor, personas a las que amo, algunas de ellas incluso más jóvenes que yo. Veo que otras cosas dejan de existir también: antiguas congregaciones, organizaciones para las que trabajé, escuelas en las que fui tutora de estudiantes. También se van otras cosas más pequeñas: un árbol que amaba, un perro que envejeció mucho antes que yo. Es difícil de aceptar que ya no estén.
Dios sabe que es difícil para nosotros, porque no nos hizo para un mundo de muertes y pérdidas. No se suponía que fuera así. Pero, por supuesto, la humanidad se enamoró de los trucos del diablo cuando nos apartamos de Dios por primera vez; y el resultado es este mundo quebrantado en el que vivimos. Y sin embargo, todavía vemos lo suficiente del plan original de Dios para entristecernos cuando toda la belleza y la gloria que amamos desaparecen.
Dios quiere arreglar esta situación. Es por eso que Jesús vino por nosotros, para repararnos a nosotros y a toda la creación a través de su propio sacrificio. Él nos está rehaciendo a través de su propia sangre, a costa de su propia vida. No nos quedaremos quebrantados. Nuestro mundo no permanecerá quebrantado; Él también lo está rehaciendo. Él mismo ha resucitado de entre los muertos para no morir nunca más, y hará lo mismo con nosotros. Su salvación es para siempre.
Así que ahora estamos esperando, con toda la paciencia posible, el día en que se cumpla su promesa: «¡Fíjense bien! ¡Ya estoy creando nuevos cielos y nueva tierra! De los primeros, nadie volverá a acordarse, ni los traerá más a la memoria» (Isaías 65:17). Espero que sea una creación llena de maravillas. Pero lo mejor de todo será nuestro Señor mismo, quien nos ama y nos ha hecho suyos.
ORACIÓN: Padre, ayúdame a esperar tu reino. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Qué esperas del mundo venidero?
* ¿Cómo te reconforta saber que Jesucristo es «el mismo ayer, hoy y por los siglos»?
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