Miren cuánto nos ama el Padre, que nos ha concedido ser llamados hijos de Dios. Y lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
1 Juan 3:1-3
Cuando nació mi hijo, lo miramos atentamente. Los ojos eran los de su papá, sin duda. La boca y el mentón son de mi madre. El pelo era mío. Pero las orejas, ¿de dónde rayos sacó esas orejas inusuales?
Nos volvió locos. Finalmente, apareció una foto antigua del padre de mi esposo de Vietnam. ¡Sí, esas eran las orejas! La cuestión fue resuelta.
Juan nos dice que los cristianos tienen un parecido familiar con Dios. Somos hijos de Dios, y lo sabemos, porque Jesús ha venido al mundo como nuestro Salvador, para vivir y morir y resucitar. Ahora todo el que confíe en Él renacerá en la familia de Dios. Tenemos la palabra de Jesús en cuanto a eso, y confiamos en Él.
Incluso podemos ver el parecido un poco por nosotros mismos. Después de todo, hemos visto a Jesús en acción en los Evangelios y en nuestras vidas. «Él es la imagen del Dios invisible» (Colosenses 1:15a), por lo que sabemos cómo «se ve» Dios la Trinidad, con sólo mirar a Jesús. Y podemos mirar a otros cristianos y ver cómo el Espíritu Santo está obrando en ellos para hacerlos crecer, cada vez más, para parecerse a Jesús.
Pero el resto del mundo nos mira y tiene un problema. «Mira a esa gente extraña», dicen. «¿Qué está pasando con ellos? Ellos no son como nosotros. ¿Por qué ese tipo llevó a una persona sin hogar a su casa? ¿Por qué pasó horas haciendo trámites para refugiados que nunca le devolverán el favor? ¿Por qué esos niños trabajaron duro para recaudar dinero solo para ayudar a personas sufriendo que ni siquiera conocen?
Dios sabe que a menudo nos equivocamos como cristianos. Pero por la gracia del Espíritu Santo, acertamos con tanta frecuencia que la gente se hace preguntas. Y lo que realmente se están preguntando es: «¿A quién te pareces? Veo un parecido familiar en ustedes, ¿quién es su Padre?
Allí podemos señalar a Jesús, nuestro Salvador y Hermano mayor. Su imagen está allí mismo en los Evangelios: pueden ver por sí mismos qué tipo de persona es Él y las cosas que hace: cuidar, ayudar, enseñar, rescatar. Por la gracia de Dios, verán suficiente parecido con Él en nuestras vidas para estar dispuestos a escucharnos. Y el Espíritu Santo siembra la fe en sus corazones, haciéndolos hijos de Dios y nuestros hermanos y hermanas: una familia bendecida, que crece en amor y cuidado por el mundo.
ORACIÓN: Querido Padre, hazme más como tu Hijo Jesús. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿A quién te pareces, no necesariamente en apariencia, sino también en hábitos, peculiaridades, sonrisas, frases favoritas?
* Si Jesús sufrió, nosotros también debemos esperar sufrir. Es parte de nuestro parecido con él. ¿De qué maneras te apoyas en Jesús cuando pasas por momentos difíciles?
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