Por lo tanto ustedes, que por nacimiento no son judíos, y que son llamados «incircuncisos» por los que desde su nacimiento han sido físicamente circuncidados, deben recordar esto: En aquel tiempo ustedes estaban sin Cristo, vivían alejados de la ciudadanía de Israel y eran ajenos a los pactos de la promesa; vivían en este mundo sin Dios y sin esperanza. Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz.
De dos pueblos hizo uno solo, al derribar la pared intermedia de separación y al abolir en su propio cuerpo las enemistades. Él puso fin a la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo, de los dos pueblos, una nueva humanidad, haciendo la paz, y para reconciliar con Dios a los dos en un solo cuerpo mediante la cruz, sobre la cual puso fin a las enemistades. Él vino y a ustedes, que estaban lejos, les anunció las buenas nuevas de paz, lo mismo que a los que estaban cerca.
Por medio de él, unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu. Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, y están edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, cuya principal piedra angular es Jesucristo mismo. En Cristo, todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para llegar a ser un templo santo en el Señor; en Cristo, también ustedes son edificados en unión con él, para que allí habite Dios en el Espíritu.
Efesios 2:11-22
¿Te imaginas un mejor llamado de Dios que el de Pablo como misionero para llevar las Buenas Nuevas al mundo gentil? Su formación rabínica y su pedigrí judío, su incansable entusiasmo por el Evangelio, su capacidad para prosperar en circunstancias difíciles, todo esto convirtió al apóstol en un excelente obrero en la viña gentil de Dios (ver Gálatas 2: 1-14).
Aun así, la curva de aprendizaje cultural tuvo que ser bastante empinada cuando Pablo se abrió camino hacia Asia Menor. Allí encontró distinciones y divisiones entre pueblos, creencias, rituales e idiomas. Romanos, griegos helenísticos, anatolios, persas, armenios, judíos colonos y otros grupos étnicos componían esta parte bien pisoteada del Imperio Romano que Pablo atravesó.
Pero no eran las diferencias humanas que separaban a los pueblos lo que más le importaba a Pablo. Era la separación espiritual, «la pared intermedia de separación» entre la humanidad pecadora y un Dios Santo que tenía que descender. Y eso sólo fue posible a través de la cruz de Cristo. Sólo a través de Jesús, los gentiles y extranjeros podrían convertirse en conciudadanos en la fe y miembros de la familia de Dios.
Y hoy, Dios todavía sigue derribando las paredes intermedias de separación. La demolición puede comenzar en un mitin del Evangelio al aire libre en Zambia o con un pescado frito junto al río. De cualquier manera podemos unirnos a esa antigua tradición de contarles a los demás acerca de nuestro Salvador y de cuánto él nos ama.
Y por la gracia de Dios, es posible que seamos testigos y veamos derrumbarse los muros divisorios.
ORACIÓN: Padre celestial, crea en nosotros un amor genuino por los demás y la voluntad de hablarles acerca de Jesús. En su nombre. Amén
Paul Schreiber
Para reflexionar:
* ¿Tuvo Dios que derribar una pared intermedia de separación para establecer una relación contigo?
* ¿Cuáles son las objeciones o preguntas más frecuentes que tiene la gente cuando se les habla sobre Dios, Jesús y la salvación?
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