Por medio de Jesucristo recibimos la gracia del apostolado, para que por su nombre llevemos a todas las naciones a obedecer a la fe. Entre esas naciones están también ustedes, llamados a ser de Jesucristo.
Romanos 1:5-6
Para el apóstol Pablo, que la salvación sea para todos era un verdadero misterio. En aquella época, cada pueblo tenía su Dios, sus leyes y sus creencias. El mismo pueblo judío, el pueblo de Dios, vivió apartado de las demás naciones aguardando la llegada del Mesías que resultó no ser solo para ellos, sino para toda la humanidad. Pablo entendió que su llamado era llevar el evangelio a todos los pueblos y no solo a los judíos.
En la actualidad, ese “todos” a los que el Señor nos envía con el evangelio no es tan “todos”. La cuestión quizás ya no es la raza, el sexo o la condición social, sino esa idea de que algunas personas son casos perdidos o no se lo merecen o que existen otras opciones de fe igualmente válidas.
Pablo le recuerda a los romanos que entre las naciones, a quienes Cristo envió a predicar el evangelio, también están ellos. Cristo entregó su vida para conseguir el perdón para todos los pecadores, y de todos los pecados. Cristo resucitó para que todos tengamos vida eterna. Dios quiere que todos se salven y conozcan la verdad. Sin embargo, la salvación sólo será realidad en la vida de quienes el Espíritu Santo lleve al arrepentimiento y la fe. Hay “todos” que aún no forman parte de esas naciones. A ellos también somos enviados, porque hemos recibido su gracia. Y somos desafiados a llegar a todos. A creer que todos, los de cerca y los de lejos, pueden ser salvos.
ORACIÓN: Gracias, Señor, por quienes nos trajeron el evangelio de Cristo Jesús. Ayúdanos a compartirlo con todas las personas sin discriminación. Amén.
Rev. Omar R. Weber
Para reflexionar:
•¿Qué tipos de personas crees que es más difícil que lleguen a la fe?
•¿A quiénes consideras que la iglesia debiera predicar el evangelio con mayor énfasis?
•¿Qué es lo que nos hace a todos iguales ante Dios?
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