Hermanos, les ruego por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se pongan de acuerdo y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer.
Digo esto, hermanos míos, porque los de Cloé me han informado que entre ustedes hay contiendas. Quiero decir, que algunos de ustedes dicen: «Yo soy de Pablo»; otros, «yo soy de Apolos»; otros, «yo soy de Cefas»; y aun otros, «yo soy de Cristo». ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Acaso Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O fueron ustedes bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de que no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo, y a Gayo, para que ninguno de ustedes diga que fueron bautizados en mi nombre.
También bauticé a la familia de Estéfanas. Pero no sé si he bautizado a algún otro, pues Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio, y esto, no con palabras elocuentes, para que la cruz de Cristo no perdiera su valor. El mensaje de la cruz es ciertamente una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan, es decir, para nosotros, es poder de Dios.
(1 Corintios 1:10-18).
¡Pobre Pablo! Suena como si estuviera a punto de arrancarse el pelo. Algunos de los cristianos de Corinto le han informado que se están desarrollando facciones en la iglesia, pequeños grupos de personas que han elegido a sus maestros favoritos y se identifican con orgullo por sus nombres. ¿Y quiénes son estos maestros? ¡Pues Apolos, Pedro (es decir, Cefas) y hasta el mismo Pablo! ¡Y, como siempre, hay algunos que dicen ser los verdaderos originales que siguen solo a Cristo!
Pablo está horrorizado. Esto está apenas a un paso de la idolatría, como él lo sabe perfectamente. ¡Y él es uno de los ídolos! Absolutamente terrible. ¿Cómo puede hacer para que estas personas se centren de nuevo en la única Persona que importa en absoluto: en Jesucristo?
Es divertido ver a Pablo perder la calma mientras balbucea acerca de no ser crucificado por ellos. ¡Ay, ni siquiera bautizó a la mayoría de ellos! ¿Cómo es posible que hayan cometido un error tan terrible y hayan decidido que eran sus seguidores personales? Pero los corintios no son las únicas personas que caen en la trampa de los cultos a la personalidad. Nosotros también lo hacemos, ¿no? Un predicador realmente bueno, un pastor favorito, un líder juvenil que sabe cómo conectarse con los chicos o, en mayor escala, un cantante o escritor cristiano favorito. Qué fácil es quitar nuestros ojos de Jesús y ponerlos en estas personas, estos colegas pecadores que se horrorizarían si supieran que están desviando la atención de Jesús mismo.
No lo hagamos. No cambiemos a nuestro Jesús glorioso y misericordioso por un montón de ídolos de hojalata. En cambio, dejemos de mirar a las celebridades de la época, por fascinantes que sean, y miremos a Jesús, miremos al Santo, Dios mismo, quien nos amó y dio su vida por nosotros. Miremos a Jesús, el Autor y Perfeccionador de nuestra fe, quien por amor a nosotros soportó la cruz, y al hacerlo quebrantó el poder de la muerte y el mal sobre todos los que confían en Él. Pongamos nuestra confianza en Él antes que en cualquier otra cosa y en cualquier otra persona, y recibamos la vida verdadera y eterna que Él nos ofrece a nosotros, sus hijos.
Olvida el resto. Queremos a Jesús.
ORACIÓN: Querido Señor, sé el primero en mi corazón, sin competencia. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Has visto alguna vez a tus líderes favoritos dividir un grupo o una congregación?
* ¿Cómo puedes proteger tu corazón contra este mal, con la ayuda del Espíritu Santo?
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