Entonces Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: «Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres». Le respondieron: «Nosotros somos descendientes de Abrahán, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir: «Ustedes serán libres»?». Jesús les respondió: «De cierto, de cierto les digo, que todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no se queda en la casa para siempre; el hijo sí se queda para siempre. Así que, si el Hijo los liberta, serán verdaderamente libres.
Juan 8: 31-36
Este pasaje me incomoda un poco. Jesús les está hablando a los judíos que habían creído en Él, y sin embargo, Él tiene que decirles: «Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos», como si tuviera dudas acerca de su fe. Y efectivamente, al final de la conversación, recogen piedras para matarlo.
Parece que «permanecer» es la prueba de un discípulo. Es fácil estar completamente a favor de Jesús por un momento: en un día maravilloso o en una experiencia espiritual fenomenal. Pero, ¿qué pasa cuando las cosas se ponen difíciles? ¿Qué pasa cuando Jesús comienza a decir cosas que no nos gustan, señalando nuestro pecado y arrojando dudas sobre nuestra reputación? ¿Qué pasa cuando dice cosas que nos ofenden, afirmando ser el único camino al Padre, Aquel que da vida y resucita a los muertos, con completa autoridad sobre nosotros? ¿Qué pasa cuando habla de su sufrimiento y muerte, y deja en claro que va a hacer las cosas a la manera de Dios, sin importar cuán tonto o inútil pueda parecerle al mundo?
Entonces se vuelve más difícil el asunto. Allí nos damos cuenta si realmente somos suyos, o si simplemente nos fuimos a dar un paseo con él por un rato. La verdadera fe proviene del Espíritu Santo. Nadie más puede tomar a rebeldes santurrones como nosotros y convertirnos en amados hijos de Dios. Nadie más puede mantenernos siendo discípulos de Jesús, personas que saben que Él nos ha salvado a costa de su vida y que lo aman de todo corazón. Como dijo Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos, que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Juan 6: 68 b – 69).
ORACIÓN: Dios Espíritu Santo, dame la fe verdadera y duradera. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Qué te resulta más difícil de aceptar de Jesús, personalmente?
* ¿Cómo ha obrado el Espíritu Santo en tu vida para mantenerte con Jesús?
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