Que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que guarde irreprensible todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Aquel que los llama es fiel, y cumplirá todo esto.
1 Tesalonicenses 5:23-24
Casi todos los amigos que tengo están a dieta en este momento. No sé cómo es contigo, pero a mí me da hambre cuando veo los anuncios de pizza y helados en la televisión… pero también me siento gorda y culpable cuando veo los anuncios promocionando planes de dieta y aparatos para hacer ejercicio.
Si estuviéramos satisfechos con nosotros mismos, probablemente no pasaría mucho tiempo hasta que los productos dietéticos desaparecieran para siempre. Pero la mayoría de nosotros no estamos satisfechos con nosotros mismos. Tal vez sea porque son muchas las personas a quienes les alegra decirnos qué estamos haciendo mal. A veces el consejo es gratis, pero a menudo pagamos $14.95 por el privilegio de leer un libro que enumera nuestras fallas y nos dice cómo deshacernos de nuestros problemas.
«¡Tú vales!», «¡los vegetarianos se divierten más!», «¡aprende a decir no!», «¡aprende a decir sí!», «¡ábrete camino hacia la diversión y el éxito!». Sí, los hemos escuchado antes, más de unos cientos de veces.
¿Estás satisfecho contigo mismo? Eso espero, porque Dios solo hizo uno como tú y para él eres muy valioso. «Lo que eres es el regalo de Dios para ti», dice el proverbio moderno, y los regalos de Dios siempre valen la pena (ver Santiago 1:17). El proverbio termina diciendo: «Lo que haces de ti mismo es tu regalo a Dios». Sin embargo, si nos dejamos paralizar por las demandas de la sociedad, no tendremos mucho tiempo para trabajar en hacernos regalos para Dios.
Amarte a ti mismo no significa que «todo vale». Establecer objetivos a corto y largo plazo ayuda a afirmar la autodisciplina y a tener mejores días por delante. Además, al decidir los objetivos, es bueno tener en cuenta que Dios no ve como el hombre ve. Como está escrito en 1 Samuel: «Yo soy el Señor, y veo más allá de lo que el hombre ve. El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero yo miro el corazón» (1 Samuel 16:7b).
¿Cómo te gustaría que fuera tu vida? ¿Te amas lo suficiente como para hacer posible el cambio? Jesús nos llama a sí mismo para que podamos vivir de la mejor manera posible. Él nos dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas» (Juan 10:10b-11).
Por el amoroso trabajo de Jesús en mi nombre, viviendo, muriendo y resucitando de la tumba a una vida nueva, él ha hecho que todos los que confían en él por fe sean victoriosos sobre la vida, con todas sus demandas y expectativas. Jesús te ama, y porque él te ama, tú también puedes amarte.
ORACIÓN: Padre celestial, todos estamos hechos a tu imagen. Enséñanos a amarnos a nosotros mismos, incluso cuando nos sintamos mal. En el nombre de Jesús. Amén.
The Lutheran Layman, 1978, Jane Fryar.
Para reflexionar:
1.- ¿Ha cambiado tu imagen de ti mismo desde que comenzaron las restricciones por la pandemia?
2.- ¿Qué haces para tratar de ser lo mejor que puedes ser para Dios?
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