Bendeciré a Jehová que me aconseja; Aun en las noches me enseña mi conciencia. A Jehová he puesto siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; Mi carne también reposará confiadamente; Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.
(Salmo 16:7-11 RVR 1960)
En el Señor, nuestro Dios, ¡hay gozo y alegría y una paz que no podemos medir ni comprender! Es que el Señor es omnipresente. No importa lo que nos sucede ni donde estamos, su presencia nos acompaña, calma nuestro dolor, nos imparte paz y nuestro ser se llena de un gozo pleno que no podemos comprender.
Recuerdo el día en el que mi papá nos anunció que nos mudaríamos a otro país, yo era adolescente. El Señor le llamaba a servirle. Yo podía comprender la importancia del llamado y confiaba plenamente en el juicio de mi padre. Sin embargo, algo se rompió en mi corazón. Dejaba mucho en Panamá. Allí quedarían los recuerdos de mi niñez, mis amigos, mi familia, mi carrera universitaria recién empezada… el amor de mi vida.
Muchas memorias se agolpaban en mi mente. Quizá podría quedarme…
Mis hermanitas lloraban inconsolablemente. ¡La decisión estaba tomada! ¡Pero no era mi decisión! En medio de esa vorágine de pensamientos y emociones, oré al Señor y pude entender que su presencia iría conmigo, él bendeciría mi caminar, mi futuro, mi vida estaba en sus manos.
Nada había cambiado, la decisión de ir como misioneros a los Estados Unidos seguía en pie. Sin embargo, mi mente se relajó, mi corazón se llenó de paz y el gran gozo de su presencia inundó mi ser. Y hoy, 23 años después, puedo ver la mano de Dios, su presencia y plenitud de gozo inundando mi vida.
Te doy gracias, Señor, porque encuentro gozo en tu presencia. Si mi dolor opaca mi alegría, cuando me acerco a ti inundas mi ser con tu presencia abrasadora y consuelas mi alma. Amén.
Diaconisa Noemí Guerra
Para reflexionar:
* ¿Dónde buscas refugio cuando estás abatido(a)?
* Recuerda pedirle al Señor que vaya contigo a donde tú vayas.
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