Por causa de Sión y de Jerusalén no callaré ni descansaré, hasta que su justicia brille como la aurora y su salvación alumbre como una antorcha. Entonces las naciones verán tu justicia; todos los reyes contemplarán tu gloria. Entonces recibirás un nombre nuevo, que el Señor mismo te pondrá. En la mano del Señor serás una hermosa corona; en la mano de tu Dios serás una regia diadema. Nunca más volverán a llamarte «Desamparada», ni a tu tierra le dirán «Desolada». Más bien, serás llamada «Deleite mío», y tu tierra será llamada «Esposa mía», porque el amor del Señor estará en ti, y tu tierra volverá a tener esposo. Porque tus hijos se desposarán contigo, de la manera que un joven se desposa con una doncella; ¡tu Dios se recreará contigo como se recrea el esposo con la esposa!
Isaías 62: 1-5
¡Cuán profundo y eterno es el amor de Dios por Jerusalén! Él sabe lo que su ciudad ha sufrido a manos de sus enemigos. A lo largo de su larga historia, la ciudad ha sido atacada y saqueada, capturada y recapturada e incluso destruida. Los egipcios, babilonios, asirios, griegos y romanos la han derrotado, y muchos otros pueblos la han ensangrentado de maneras horribles.
Pero a pesar de todo, Dios la amó, la trató con ternura y la vio hermosa. Mira lo que dice Dios de este lugar: Será como una «hermosa corona», una «regia diadema» en la mano de Dios. Ya no será «desamparada» por causa de sus enemigos o «desolada» por los estragos de la guerra. De hecho, Dios estará tan complacido con ella como un hombre con la mujer que ama, como un novio con su novia.
Esta es la ciudad de Dios, donde se encuentra su templo, donde se guarda el Arca del Pacto en el Lugar Santísimo dentro del Tabernáculo; es donde Dios se encuentra con su pueblo en la tierra. Y esta es la ciudad donde Jesús vendría un día y daría su vida por los pecados de la gente, muriendo en una roca llamada Gólgota, el «lugar de la calavera», justo afuera de las murallas de la ciudad de Jerusalén.
Y es en esta ciudad donde tres días después Jesús resucitaría.
Incluso en los días de Isaías, Dios le hizo saber a su pueblo que Jerusalén, la hija de Sión (véase Zacarías 9: 9), sería central en el plan de salvación de Dios. «¡Oigan lo que el Señor ha dado a conocer hasta los extremos de la tierra! Digan a la hija de Sión: «¡Aquí viene tu Salvador! ¡Su recompensa lo acompaña! ¡Sus obras le anteceden!». Ellos serán llamados «Pueblo Santo», «Redimidos del Señor», y a ti te llamarán «Ciudad Deseada», y «No desamparada»» (Isaías 62: 11-12).
Esto nos lo dice Dios a nosotros también hoy. No estamos desamparados; no hemos sido abandonados en las ruinas de nuestro pecado. Al contrario, Dios ha abierto un camino para que nos levantemos de los escombros, para convertirnos en lo que Él siempre ha querido que seamos: sus amados hijos. Y sabemos que esto es cierto gracias a Jesús. Así como entró en la ciudad santa, también entra en nuestras vidas, trayendo paz, gozo y el conocimiento de que viviremos con Dios para siempre.
ORACIÓN: Padre Celestial, vuelve nuestros corazones en fe hacia ti, para apreciar a tu amado Hijo quien dio su vida por nosotros. En su Nombre oramos. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
* ¿Por qué crees que el amor de Dios por su pueblo a menudo se describe como el de un novio a su novia?
* ¿Qué nos dice eso sobre el matrimonio?
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