Jesús se fue con ellos, y ya estaban cerca de la casa cuando el centurión envió a unos amigos suyos, para que le dijeran: «Señor, no te molestes. Yo no soy digno de que entres en mi casa. Ni siquiera me consideré digno de presentarme ante ti. Pero con una sola palabra tuya mi siervo sanará».
(Lucas 7:6-7)
Me imagino que el centurión dedicaba tiempo a escuchar, estudiar y meditar en las Escrituras, porque ¿de qué otra manera nos explicamos su gran fe en Jesús? “Con una sola palabra tuya”, dice. ¡Qué admirable! Jesús mismo reconoce la gran fe del centurión. En esta historia vemos un final feliz: el criado del centurión fue sanado. Pero la realidad es que tener fe no siempre significa obtener lo que queremos.
El centurión buscaba la sanación de su criado, pero lo más sorprendente aquí no es que el criado fue sanado, sino que el centurión reconoció a Cristo como autoridad suprema. Desde la cruz, Cristo exclamó “consumado es” para ti y para mí. Su muerte y resurrección nos traen esperanza, alegría, paz y lo más grande: el perdón de pecados y la reconciliación con Dios Padre. Sí, Cristo tiene la autoridad para darnos todo esto por medio de la fe.
La fe en Dios no es algo mágico o imaginario, sino algo real que nos da vida y nos mantiene en el camino con Jesús. Aunque la vida se ponga difícil y no podamos ver los resultados deseados, Jesús vino a traernos esperanza y a caminar con nosotros. La enfermedad que nos carcome y nos lleva a la muerte es el pecado, un mal del cual no podemos sanarnos, pero sabemos que Cristo tiene toda autoridad para traernos del pecado y la muerte a una vida nueva y eterna.
ORACIÓN: Padre, te pedimos que aumentes nuestra fe y que nos ayudes a vivir confiando en la esperanza que nos ofrece Jesús. Gracias por tu perdón, tu gracia inmerecida y la vida eterna a tu lado. Amén.
Deac. Rosy Martínez
Para reflexionar
- ¿A qué o a quién recurres cuando pasas por dificultades?
- ¿Con quién puedes compartir hoy tu fe?
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