
Cuando se lo llevaron, tan pronto como el espíritu vio a Jesús, sacudió al muchacho con violencia, y éste cayó al suelo revolcándose y echando espuma por la boca.
Jesús le preguntó al padre: «¿Desde cuándo le sucede esto?». Y el padre respondió: «Desde que era niño. Muchas veces lo arroja al fuego, o al agua, con la intención de matarlo. Si puedes hacer algo, ¡ten compasión de nosotros y ayúdanos!». Jesús le dijo: «¿Cómo que «si puedes»? Para quien cree, todo es posible». Al instante, el padre del muchacho exclamó: «¡Creo! ¡Ayúdame en mi incredulidad!».
Cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu impuro y le dijo: «Espíritu sordo y mudo, ¡yo te ordeno que salgas de este muchacho, y que nunca vuelvas a entrar en él!». El espíritu salió gritando y sacudiendo con violencia al muchacho, el cual se quedó como muerto. En efecto, muchos decían: «Está muerto». Pero Jesús lo tomó de la mano, lo enderezó, y el muchacho se puso de pie. Cuando Jesús entró en la casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?». Jesús les respondió: «Estos demonios no salen sino con oración».
Marcos 9: 20-29
Jesús, Pedro, Jacobo y Juan habían estado recientemente en el Monte de la Transfiguración. Un tiempo después, regresaron con los demás discípulos. Cuando llegan, ven que sus colegas no la están pasando muy bien que digamos. Hay una gran multitud a su alrededor; los escribas los están bombardeando con preguntas y nimiedades como de costumbre. Cuando llegan Jesús y los demás, les preguntan de qué se trata toda esa discusión.
Mientras Jesús estaba fuera, un hombre llevó a su hijo a los discípulos, esperando desesperadamente recibir su ayuda con la posesión demoníaca de su hijo. Pero por más que lo intentaron los discípulos, nada funcionó. No pudieron ayudar al niño. No sabemos qué hicieron para enfrentarse a este espíritu inmundo. Es posible que hayan buscado las palabras que Jesús le dijo al último demonio que expulsó, pensando que también funcionaría esta vez. Pero Jesús les dice que era la oración lo que se necesitaba.
Al final, Jesús, naturalmente, tuvo que hacerse cargo. Él reprende al espíritu inmundo, nombrándolo por lo que es, un «espíritu sordo y mudo», y lo echa fuera. Pero incluso después de eso, el espíritu maligno convulsiona terriblemente al niño, drenándolo de todas sus fuerzas, dejándolo como un cadáver. «Pero Jesús lo tomó de la mano, lo enderezó, y el muchacho se puso de pie».
¡Y cómo anhelamos que Jesús haga lo mismo por ti y por mí! Perdidos en nuestro pecado, desgarrados por todo lo que nos aflige por dentro, Jesús irrumpe y nos lleva a un lugar seguro. Él conoce nuestro dolor y lo que nos atormenta; lo experimentó plenamente; lo llevó a la cruz y lo destruyó por medio de su muerte y resurrección.
Háblale. Él puede ayudarte con cualquier cosa que estés lidiando.
ORACIÓN: Padre celestial, gracias por Jesús quien nos pone en pie en un lugar seguro. En su Nombre oramos. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
* ¿Alguna vez intentaste ayudar a alguien pero no pudiste? ¿Qué te lo impidió?
* ¿Cómo crees que se sintieron los discípulos cuando no pudieron ayudar al niño? ¿Crees que Jesús, diciéndoles que la oración era importante, les abrió los ojos?
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