En este monte el Señor de los ejércitos ofrecerá un banquete a todos los pueblos. Habrá los manjares más suculentos y los vinos más refinados. En este monte rasgará el velo con que se cubren todos los pueblos, el velo que envuelve a todas las naciones. Dios el Señor destruirá a la muerte para siempre, enjugará de todos los rostros toda lágrima, y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo. El Señor lo ha dicho. En aquel día se dirá: «¡Éste es nuestro Dios! ¡Éste es el Señor, a quien hemos esperado! ¡Él nos salvará! ¡Nos regocijaremos y nos alegraremos en su salvación!».
Isaías 25:6-9
Isaías describe una maravillosa fiesta que Dios está preparando para su pueblo, donde habrá comida rica, buen vino, todo lo mejor.
Es lo mismo que Jesús describe en muchas de sus parábolas: un banquete de bodas ofrecido por un rey para muchos invitados. Por supuesto que el rey representa a Dios y los invitados son todos los que confían en él. Abraham, Isaac y Jacob estarán allí, dice Jesús (Mateo 8:11b). Y en Apocalipsis Dios dice: «Bienaventurados los que han sido invitados a la cena de las bodas del Cordero» (Apocalipsis 19: 9b). Esta es una imagen maravillosa de cómo será cuando Jesús regrese y estemos con Él para siempre.
Pero si volvemos a leer el texto, podemos ver que Dios está cenando algo diferente: «En este monte rasgará el velo con que se cubren todos los pueblos, el velo que envuelve a todas las naciones. Dios el Señor destruirá a la muerte para siempre, enjugará de todos los rostros toda lágrima, y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo» (Isaías 25:7-8). ¿De qué se trata esto? Suena como una especie de mortaja, una cubierta de sepultura mortal, ¡no es algo que nadie quiera tragar! Pero Dios lo va a hacer. Se va a deshacer de él para siempre, ¿dónde? En la montaña, la colina que llamamos Gólgota.
Fue en la cruz donde Jesús voluntariamente «comió la muerte» por todos nosotros, para que un día podamos comer a la mesa de Dios en Su reino. Él tomó la muerte y el pecado en sí mismo tan íntimamente que no pudieron escapar; luego murió y los sacó del mundo y finalmente se levantó de entre los muertos dejándolos atrás, rompiendo su poder.
Ahora todos «comeremos la vida» en la mesa de Dios: tanto ahora, en la Comunión, como más tarde, en la maravillosa fiesta en el reino de Dios. Jesús nos da esta vida. Nos dice: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la vida del mundo» (Juan 6:51).
ORACIÓN: Señor, gracias por tragar la muerte por nosotros. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
1.- ¿Alguna vez has comido algo solo para deshacerte de eso?
2.- ¿Qué esperas encontrar en el reino de Dios?
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