En su momento, Dios todo lo hizo hermoso, y puso en el corazón de los mortales la noción de la eternidad, aunque éstos no llegan a comprender en su totalidad lo hecho por Dios. Yo sé bien que para los mortales no hay nada mejor que gozar de la vida y de todo lo bueno que ésta ofrece, y sé también que es un don de Dios el que todo hombre coma y beba y disfrute de lo bueno de todos sus afanes.
Eclesiastés 3:11-13
Aunque nunca hayas leído el libro de Eclesiastés, es posible que lo hayas oído por esa canción de los años sesenta, de The Byrds, «Turn, Turn, Turn». La letra proviene de un poema en el capítulo tres de Eclesiastés. El punto del poema está bien expresado en el título de esa canción. La vida sigue llegando, girando, girando, girando. Una actividad es reemplazada por lo opuesto. Tiene un ritmo, pero no podemos establecer cuál es la lista de reproducción.
El capítulo tres continúa con el mismo punto. Eclesiastés dice que la música nos mueve y Dios nos «prueba». Dios nos está probando para que podamos ver que somos «como los animales» (Eclesiastés 3:18, NVI). Algunas personas creen que los humanos son como dioses, que podemos elegir nuestra propia lista de reproducción. Otras personas creen que somos animales, como ratas guiadas por el flautista de Hamelín, o incluso peor, como marionetas, meciéndose al ritmo de una sinfonía de destrucción.
Entonces, ¿cuál de las dos es? ¿Somos dioses o animales? Durante siglos, la humanidad se ha estado balanceando de un lado a otro, como un metrónomo, oscilando entre estas dos creencias: que somos dioses, que somos animales. El libro de Eclesiastés sigue una lista de reproducción diferente. No somos ni dioses ni animales. Fuimos creados por Dios para convertirnos en sus hijos e hijas (ver Eclesiastés 7:29). Pero habiendo tratado de llegar a ser como Dios, nos volvimos como bestias, como depredadores y presas. Y ahora morimos como animales (ver Eclesiastés 3:19).
Tú y yo, los hijos de Adán y las hijas de Eva, fuimos hechos para algo más. Eclesiastés y el resto de la Biblia nos dicen la verdad sobre nuestra situación. Cuenta cómo Jesús, el Hijo de Dios, vino con una lista de reproducción diferente. Fingimos que somos dioses, pero Jesús se rindió a Dios. Nos aferramos al control, pero Jesús se despojó a sí mismo. Somos desafiantes. Jesús fue obediente, hasta la muerte, muerte de cruz (ver Filipenses 2:5-11). Y Dios lo resucitó de entre los muertos, y puso todas las cosas en sus manos. Así que ya no tienes que jugar a ser dios. Jesús te está guiando con una melodía diferente, no como un flautista de Hamelín que lleva a las ratas a morir en un río. En lugar de eso, Él nos está llevando a morir, a dejar morir nuestro viejo yo en el Bautismo, para que, por la fe, Jesús pueda vivir en nosotros.
Jesús regresará un día. Él resucitará a los muertos y restaurará la armonía de la buena creación de Dios.
Mientras esperamos, Él nos promete: «Se pondrán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría» (Juan 16:20b, NVI). Esa promesa es para nosotros: hijos amados de Dios, movidos por la música de Dios. Tal vez hayas visto a niños bailando en la recepción de una boda. Están bailando, pero no fueron ellos quienes eligieron la lista de reproducción. Ni siquiera se saben las canciones. Pero saben que son amados. Y el amor se convierte en alegría, y la alegría se convierte en música.
ORACIÓN: Querido Padre, ayúdame a ver cómo, a través de Jesús, haces bellas todas las cosas en su tiempo. Amén.
Reverendo Dr. Michael Zeigler, orador de The Lutheran Hour
Para reflexionar:
* Lee Eclesiastés 3:1-8. Escribe todas las palabras emparejadas con opuestos (por ejemplo, «nacer/morir»). ¿Cuántos pares hay?
* Lee Filipenses 4:4-13. ¿De qué formas te guía Jesús a través de todos estos opuestos?
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