Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completen mi gozo sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. No hagan nada por contienda o por vanagloria. Al contrario, háganlo con humildad y considerando cada uno a los demás como superiores a sí mismo. No busque cada uno su propio interés, sino cada cual también el de los demás…
Háganlo todo sin murmuraciones ni peleas, para que sean irreprensibles y sencillos, e intachables hijos de Dios en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo, aferrados a la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido ni trabajado en vano. Y aunque mi vida sea derramada en libación sobre el sacrificio y servicio de la fe de ustedes, me gozo y regocijo con todos ustedes. Y asimismo, también ustedes gócense y regocíjense conmigo.
(Filipenses 2:1-4, 14-18).
El mes pasado, mi esposo recibió una llamada de un hombre de otro estado, que le dijo: «¿Recuerdas hace muchos años cuando estabas visitando a los vietnamitas que estaban en prisión? De ti escuché acerca de Jesús, y ahora soy un pastor sirviendo en una iglesia». De más está decir que mi esposo estuvo caminando por el aire durante una semana. En algún lugar hay una iglesia llena de personas que nunca hemos conocido, pero que adoran y alaban a Dios por nuestro testimonio. Es algo asombroso y empequeñecedor al mismo tiempo.
Es maravilloso saber que Dios de alguna manera nos usa para llevar a otros a la fe en Jesús, en especial cuando se trata de nuestros seres queridos, así como los filipenses lo fueron para Pablo. Porque lo que más deseamos es verlos crecer en Jesús, vivir para Él, confiar en Él en los momentos difíciles y transmitir su fe a los demás. Como Pablo, hasta daríamos nuestra vida para verlos en el reino de Jesús.
¿De dónde viene este amor? Por supuesto que de Jesús, el gran Pastor de las ovejas que dio su vida por todos nosotros. Es su amor lo que nos une como un solo rebaño, un solo pueblo, aprendiendo a vivir en gracia y perdón unos con otros. A medida que crecemos hacia la plenitud de la madurez en Jesús, aprendemos a amarnos mejor los unos a los otros y a extender ese amor a otros que aún no lo conocen. Todo esto viene del Espíritu Santo, que nos trajo a la fe y que sigue obrando a través de cada uno de nosotros, haciéndonos cada vez más como nuestro Padre Celestial.
Espíritu Santo, ayúdanos a amar al pueblo de Dios que tenemos a nuestro alrededor, y a mostrarlo a través de nuestra vida. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
*¿Quién jugó un papel decisivo en llevarte a Jesús?
*¿A quién puedes llevar tú a Jesús?
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