Entonces Pedro se puso de pie, junto con los otros once, y con potente voz dijo: «Varones judíos, y ustedes, habitantes todos de Jerusalén, sepan esto, y entiendan bien mis palabras… Sépalo bien todo el pueblo de Israel, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo». Al oír esto, todos sintieron un profundo remordimiento en su corazón, y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: «Hermanos, ¿qué debemos hacer?». Y Pedro les dijo: «Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, para todos los que están lejos, y para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame». Y con muchas otras palabras les hablaba y los animaba. Les decía: «Pónganse a salvo de esta generación perversa». Fue así como los que recibieron su palabra fueron bautizados, y ese día se añadieron como tres mil personas.
Hechos 2:14, 36-41
¡Qué bueno que Pedro no estaba predicando frente a una multitud de luteranos ese día! Porque él dice muchas cosas que nos hacen sentir muy incómodos. A la pregunta: «¿Qué debemos hacer?». Pedro NO dice: «Siéntate y relájate, el Espíritu Santo lo hará todo». En cambio, dice: «Arrepiéntanse y bautícense… Pónganse a salvo de esta generación perversa». Y de inmediato nuestros oídos se erizan y pensamos: «Espera un minuto, ¿acaso no es cierto que Dios es quien nos salva y que todos nuestros esfuerzos no sirven para nada?».
¡Claro que sí! Y Pedro lo sabe. Después de todo, es un apóstol. Pero aquí está usando lo que algunos llaman «imperativos del Evangelio», o sea, palabras que dicen «haz esto» y «haz aquello» pero que, de hecho, la acción ¡y el crédito!, pertenecen a Dios.
Tomemos un ejemplo de lo mismo de la boca de Jesús. De pie junto a la tumba de su amigo, Jesús grita: «¡Lázaro, sal!», algo para nada sensato de decir, ya que un hombre muerto no puede escuchar ni responder. Y, sin embargo, sucede, porque el Espíritu Santo ha devuelto a Lázaro a la vida y la acción.
Esta es una gran imagen de lo que el Espíritu Santo hace por nosotros y por todas las personas que están espiritualmente muertas y llegan a la fe en Jesús. Él nos da vida, planta fe en nuestros corazones y nos hace hijos de Dios a través del bautismo. Puede que Pedro se dirija a los oyentes, pero sabe perfectamente quién está haciendo todo el trabajo. Y nosotros también lo sabemos: el mismo Dios que nos creó, sufrió, murió y resucitó por nosotros, y que nos dio la vida generando la fe en nuestro corazón.
ORACIÓN: Querido Señor, gracias por haber hecho por mí lo que yo no podía hacer por mí mismo, convirtiéndome en hijo tuyo y miembro de tu familia eterna. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
1.- ¿Alguna vez has hablado con alguien que no puede responderte? ¿Cuándo y por qué?
2.- ¿Cuándo te trajo Dios a su reino y te hizo su hijo?
© Copyright 2020 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: