Ustedes, las casadas, honren a sus propios esposos, como honran al Señor; porque el esposo es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así como la iglesia honra a Cristo, así también las casadas deben honrar a sus esposos en todo. Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla. Él la purificó en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa, santa e intachable, sin mancha ni arruga ni nada semejante. Así también los esposos deben amar a sus esposas como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa, se ama a sí mismo. Nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como lo hace Cristo con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán un solo ser. Grande es este misterio; pero yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo; y ustedes, las esposas, honren a sus esposos.
Efesios 5: 22-33
Estos versículos, especialmente del 22 al 24, han provocado muchas conversaciones dentro de la iglesia y en otros lugares también. A menudo se les ve como un intento de mantener a las esposas o mujeres «en su lugar», ya que el hombre se enseñorea de ella con dominio y autoridad. Pero «honrar» aquí no significa ser dominado u obedecer ciegamente; más bien, lleva la idea de «ceder a» o «diferir a otro por respeto», como se indica en el versículo anterior donde se nos aconseja: «Cultiven entre ustedes la mutua sumisión, en el temor de Dios» (Efesios 5:21).
Nótese, también, cómo Pablo le da gran importancia al papel del esposo, no como el comandante de su esposa, sino como alguien que coopera con ella, cuidándola en todos los sentidos. Pablo nos dice cómo los esposos deben amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia: con consideración, sacrificio y totalmente. Este amor abnegado, tipo ágape, debe ser tan natural como la dedicación que el esposo muestra por sí mismo, nutriendo y apreciando a su esposa, «tal como Cristo hace con la iglesia».
También es hermoso ver a un hombre que deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa; es paralelo al acto de Jesús dejando al Padre por nosotros (ver Juan 1: 1-4, 14, 18; 6:38; 16:28). Jesús hizo esto para tomarnos como su esposa, «santa y sin mancha» (ver Isaías 54: 5; Mateo 25: 1-13; Apocalipsis 19: 7-9). Este es un misterio profundo, como dice Pablo.
El mensaje aquí para todos nosotros es amarnos unos a otros. A medida que atesoramos la devoción sacrificada de Cristo hacia su esposa, la iglesia, nos damos cuenta más plenamente de cómo debemos ser los unos con los otros. Este es el mejor ejemplo a seguir para los esposos y esposas: «Vivan en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros» (Efesios 5: 2a).
ORACIÓN: Padre Celestial, enséñanos a amarnos unos a otros como Jesús nos amó. En su Nombre oramos. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
* Menciona algunas cosas que a menudo hacen que el matrimonio sea difícil.
* Amar a otra persona como nos amamos a nosotros mismos no es fácil. ¿Cómo se desarrolla esto en la vida diaria?
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