Los que confían en el Señor son semejantes al monte Sión, que jamás se mueve, que siempre está en su lugar. Son también semejantes a Jerusalén que está rodeada de montes: ¡la protección del Señor rodea a su pueblo desde ahora y para siempre!
Salmo 125: 1-2
No es necesariamente algo malo estar rodeado. Disfrutamos estar rodeados de amigos y familiares, o estar en medio de un bosque rodeados de la belleza de la creación de Dios. Pero no es necesariamente seguro o cómodo estar rodeado de tráfico en una calle concurrida, o estar presionado por todos lados por una multitud. Cuando un batallón está rodeado en el campo de batalla, la situación puede volverse mortal rápidamente. Pero de acuerdo con nuestro salmo, ¡hay una manera de estar rodeado que es maravillosa y segura!
Sión era una fortaleza en la cima de una colina en Jerusalén que había sido conquistada por David. Allí vivió, llamándola «la ciudad de David» (ver 2 Samuel 5:7-9). El nombre de Sión llegó a ser usado como otro nombre para Jerusalén y eventualmente como un nombre para todo Israel. Se pensaba que Sión era una fortaleza inamovible, fuerte y eterna, una descripción que también se ajusta a las personas a quienes Dios llama suyas. Pero Sión no está sola. La ciudad de Jerusalén se encuentra en terreno montañoso, por eso las Escrituras hablan de «subir» a Jerusalén y dicen que, así que Jerusalén «está rodeada de montes: ¡la protección del Señor rodea a su pueblo desde ahora y para siempre!» Nosotros, el pueblo de Dios, somos una fortaleza rodeada por todos lados por nuestro Señor, a salvo de nuestros enemigos.
Nuestro Dios que nos rodea nos protege con su amoroso cuidado: «Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros» (Romanos 8:31b). Su santa voluntad rodea nuestras vidas como las montañas rodean a Jerusalén porque hace mucho tiempo, en una colina en las afueras de Jerusalén, Dios no perdonó a su Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros. En una colina sagrada de las montañas que rodean Jerusalén, el Rey de reyes fue coronado con espinas y levantado en una cruz, donde sufrió y murió por los pecados del mundo. Su cuerpo fue bajado de la cruz y enterrado en una tumba prestada. Pero la voluntad de Dios rodeó a su Hijo como las montañas rodean a Jerusalén y, en la primera mañana de Pascua, Jesús se levantó de la tumba. Nuestro Señor crucificado y resucitado ha conquistado a nuestros enemigos: el pecado, la muerte y Satanás, enemigos que aún tratan en vano de rodearnos. A través de la fe en Cristo somos inamovibles y fuertes como el Monte Sión, por el Señor mismo nos rodea «de ahora en adelante y para siempre».
ORACIÓN: Señor Jesús, cuando estamos preocupados o temerosos, ayúdanos a recordar que estamos rodeados por tu compasión y cuidado. Seguros en ti, no podemos ser movidos. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
1.- ¿Qué es para ti una fe inamovible? ¿Conoces a alguien con este tipo de fe?
2.- ¿Qué puedes hacer para fortalecer tu fe?
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