Busqué al Señor, y él me escuchó, y me libró de todos mis temores. Los que a él acuden irradian alegría; no tienen por qué esconder su rostro. Este pobre clamó, y el Señor lo oyó y lo libró de todas sus angustias. Para defender a los que temen al Señor, su ángel acampa alrededor de ellos.
Salmo 34:4-7
«Busqué al Señor, y él me escuchó». Con estas palabras el salmista David se regocija en su Dios, quien no solamente escucha sus oraciones, sino que las responde, actuando con poder para ayudar y liberar. Pero el salmista no manifiesta la exclusividad de su fuente divina de ayuda, ya que el Señor escucha a todos los que lo invocan. Todo el que lo mire brillará en el reflejo de su amor radiante y nunca tendrá motivos para avergonzarse.
«Este pobre hombre», se llama David a sí mismo. Él clamó en oración y el Señor lo «libró de todas sus angustias». Eso es lo que Dios hace: salva. Y ese es precisamente el significado del Nombre de Jesús: «Dios salva». Así como David estaba indefenso ante sus enemigos, nosotros también estábamos indefensos ante nuestros enemigos. El pecado, la muerte y Satanás nos tenían atrapados y esclavizados. Sin embargo, antes de que clamáramos a Dios, Él sabía nuestra necesidad y envió a su Hijo para librarnos.
La noche en que fue entregado en manos de sus enemigos, Jesús clamó en oración a su Padre Celestial. Su Padre escuchó, pero no libró a su Hijo de lo que seguía. Jesús fue arrestado, condenado a muerte y clavado en una cruz. Mediante la muerte de Jesús, Dios nos salvó de nuestros pecados. Por la gracia de Dios, mediante la fe en Jesús, nuestros pecados son perdonados. Por su muerte y resurrección, Jesús «quien quitó la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio» (2ª Timoteo 1:10b). Radiantes en el reflejo de la gloria y el amor de Jesús, no tenemos por qué avergonzarnos.
Sobrellevamos los problemas terrenales, pero podemos estar seguros de que «el ángel del SEÑOR acampa alrededor de los que le temen y los libra». Cuando al siervo del profeta Eliseo lo asustó un ejército amenazador, el profeta le pidió a Dios que le abriera los ojos. Cuando se le abrieron los ojos, «vio que en torno a Eliseo el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego» (2º Reyes 6:17b). Los ángeles poderosos de Dios son «espíritus ministradores, enviados para servir a quienes serán los herederos de la salvación» (Hebreos 1:14b). También sabemos que aquel que es aún más poderoso nos guarda, porque en las Escrituras las palabras «el ángel del SEÑOR» a veces se refieren a Dios mismo (ver Génesis 22:11-12, Éxodo 3:2-6).
El salmista clamó al Señor y Dios escuchó sus oraciones y lo liberó. Dios también escucha nuestras oraciones. Por su amor y gracia, envió a su Hijo para librarnos. Los santos ángeles están listos para servirnos y protegernos. Aunque a veces sólo veamos problemas y tristeza, estamos rodeados por el Dios que salva. Él ha establecido su campamento alrededor de nosotros.
ORACIÓN: Poderoso Dios y Salvador, escucha mi oración y protégeme con tu amor y perdón.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Qué oraciones le haces a Dios con la esperanza de que te dé lo que le has pedido?
* ¿Conoces a personas que necesitan ser liberadas de algo que atrapa sus vidas? ¿Hay algo que puedas hacer para ayudarlas?
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