Acamparon allí, delante del monte. El Señor llamó a Moisés desde el monte, y Moisés subió para hablar con Dios. Y Dios le dijo: «Habla con la casa de Jacob. Diles lo siguiente a los hijos de Israel: «Ustedes han visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo los he tomado a ustedes y los he traído hasta mí sobre alas de águila. Si ahora ustedes prestan oído a mi voz, y cumplen mi pacto, serán mi tesoro especial por encima de todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y un pueblo santo».
Éxodo 19:2b-6b
Luego de liberar a los israelitas y llevarlos al Monte Sinaí, Dios les dijo cuáles eran sus planes para ellos: serían su pueblo elegido, «un reino de sacerdotes y un pueblo santo». Cuando era pequeña solía estar un poco celosa de eso. «¿Cómo es que llegan a ser especiales?», pensaba. «¿Acaso son mejores que yo?».
Pero por supuesto que no era eso lo que Dios estaba diciendo. Dios los escogió para hacer un trabajo: llevar al resto de las personas de la tierra a la fe en el Dios real.
Mira las palabras: «Serán para mí un reino de sacerdotes y un pueblo santo». Piensa por un momento: ¿Para qué son los sacerdotes? Están allí para acercar a otras personas a Dios, para hablar la palabra de Dios a las personas y ayudarlas a acercarse a Dios en oración y adoración. Se suponía que Israel debía hacer eso con respecto al resto del mundo: rezar por ellos, testificarles y hacer todo lo posible para llevar a todas las naciones al Dios viviente, su creador y salvador.
Sin duda, cuando leemos el Antiguo Testamento no vemos mucho éxito en esta área. Hay ocasionales extranjeros que aparecen: personas como Ruth y Rahab, algunos de los soldados de David, la multitud mixta de extranjeros que se unieron a Israel cuando salieron de Egipto, fuera de la esclavitud. Entonces sí, algunos llegaron a la fe. Pero no se sabe qué podría haber sucedido si Israel no hubiera seguido alejándose del Señor. Su desobediencia e infidelidad como grupo significaba que el resto del mundo seguía en la oscuridad… hasta el día en que Jesús vino.
¿Y ahora? Ahora tenemos una segunda oportunidad para hacerlo bien. 1 Pedro 2:9 nos dice casi lo mismo que Dios les dijo a los israelitas: «Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable». También somos salvos para servir, no para quedarnos sentados.
Al igual que los israelitas de ese tiempo, nosotros también somos pecadores. Pero tenemos una gran ventaja, no, ¡dos! Sabemos que Dios ya ha venido a este mundo como un ser humano para vivir, sufrir, dar su vida por nosotros y resucitar de entre los muertos. Sabemos claramente que quien confía en Él será rescatado del mal y tendrá vida y gozo para siempre. Y tenemos al Espíritu Santo viviendo en nosotros para hablar. Puede ser aterrador abrir la boca para hablar de Jesús. Pero si se lo pedimos, el Espíritu Santo se encargará de todo. Él sabe cómo usarnos mejor y, en sus manos, no tenemos que preocuparnos por equivocarnos. Es asunto suyo y lo hará bien.
ORACIÓN: Señor, úsame para ayudar a otros a confiar en Jesús, y ayúdame cuando tenga miedo o esté nervioso. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
1.- ¿Alguna vez has hablado con alguien sobre Jesús?
2.- ¿Lo volverías a hacer? ¿Por qué sí o por qué no?
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