El Dios de ustedes dice: «Consuelen a mi pueblo; ¡consuélenlo! ¡Hablen al corazón de Jerusalén! ¡Díganle a voz en cuello que ya se ha cumplido su tiempo, que su pecado ya ha sido perdonado; que ya ha recibido de manos del Señor el doble por todos sus pecados!
(Isaías 40:1-2)
Después de pasar la mayor parte de su vida perdido y quebrantado debido al alcoholismo, tuve el privilegio de compartirle a mi padre la Palabra que le trajo consuelo y salvación. Recuerdo ese día como si fuera ayer: fue el día que recibió a Jesucristo como su Salvador. Ese día, su corazón abrumado y arrepentido escuchó las palabras que necesitaba escuchar: sus pecados habían sido perdonados.
Todavía hoy recuerdo su rostro de alivio y paz al recibir esta noticia, especialmente durante su etapa de cuidados paliativos. De hecho, sus palabras para mí fueron: “Ahora puedo entender la paz de la cual tú me hablabas, porque ahora yo también la tengo”. Romanos 10:14- 15 dice: “Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en el cual no han creído?
¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: ‘¡Cuán hermosa es la llegada de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!»’”
Vivimos en un mundo perdido que necesita un Salvador. Y ese Salvador espera que seamos una iglesia audaz que se levante, vaya, dé consuelo y comparta la esperanza y paz que solo se encuentran en Él. Su iglesia es la portavoz de que Jesús viene, de que Jesús salva, de que Jesús nos libera del pecado y nos da una vida en abundancia, de que Jesús nos restaura y nos reconcilia con el Padre. ¡Levántate, iglesia, y comparte a tu Salvador!
Señor Dios, haznos una iglesia audaz que dé consuelo, que proclame a voz en cuello las Buenas Nuevas del perdón de los pecados y que hable de la esperanza que tenemos en Cristo Jesús. Amén.
Diac. Perla Rodríguez
Para reflexionar
- ¿Con quién puedes compartir hoy tu fe?
- Pídele a Dios que mueva tu corazón a buscar y amar a quienes están perdidos.
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