Aunque yo ande en medio de la angustia, tú me vivificarás; extenderás tu mano contra la ira de mis enemigos, y tu diestra me salvará. El Señor cumplirá su propósito en mí; eterna, oh Señor, es tu misericordia; no abandones las obras de tus manos.
Salmo 138:7-8
En algunas películas animadas, el personaje principal camina a través de un bosque aterrador por la noche, por supuesto, y a menudo en invierno. Los troncos de los árboles están tallados con caras de aspecto feroz y las ramas se extienden como dedos largos que intentan agarrar al viajero aterrorizado (que afortunadamente escapará del peligro).
Al igual que el salmista David, nosotros también «andamos en medio de la angustia», pero no luchamos con árboles imaginarios y animados. Nuestros problemas son reales. Nuestro viaje puede incluir enfermedades, problemas familiares, la pérdida del hogar o empleo, preocupaciones financieras o dolor y pérdida. David enfrentó la ira de enemigos sin nombre, de la misma forma en que los terroríficos enemigos como el miedo, la duda, el pecado y la muerte nos alcanzan. Aun así, el salmista ofrece su alabanza. Dios preservó su vida, extendiendo su fuerte mano derecha para liberarlo de sus enemigos. Del mismo modo, Dios se acerca para preservarnos en medio de los problemas. Podemos confiar en Él porque su fuerte mano derecha ya nos ha librado del pecado y la muerte.
David proclama con confianza: «El Señor cumplirá su propósito en mí». El apóstol Pablo nos asegura que el Señor cumplió su propósito en el rey pastor de Israel, diciendo: «Porque David, después de haber servido el propósito de Dios en su propia generación, durmió, y fue sepultado con sus padres» (Hechos 13:36a). Cuando Dios logró sus propósitos a través de David, el gran rey de Israel se durmió en la muerte. El descendiente de David, nuestro Señor Jesús, vino a cumplir el propósito del Padre ofreciéndose a sí mismo como sacrificio por los pecados del mundo. Cuando la cruz se acercaba, Jesús dijo: «Ahora mi alma se ha angustiado; y ¿qué diré: «Padre, sálvame de esta hora»? Pero para esto he llegado a esta hora» (Juan 12:27).
Estábamos «en medio de la angustia», angustia tan profunda que no podíamos escapar por nuestros propios esfuerzos. Sin embargo, «cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8b). Jesús nos libró del pecado, la muerte y el diablo. Estirado, con las manos y los pies clavados en el áspero madero de la cruz, Jesús sufrió y murió soportando la pena de muerte por nuestros pecados. Fue resucitado de la muerte en la primera mañana de Pascua, exaltado para reinar a la diestra de Dios. A través del bautismo estamos unidos con Jesús, enterrados y resucitados con él. Cada uno de nosotros es, en Cristo, una nueva creación, obra de las manos de Dios, «creada en Cristo Jesús para buenas obras» (Efesios 2:10b).
Con el salmista alabamos el amor constante de Dios que perdura para siempre. Sabemos que Él nunca abandonará la obra de sus manos, esas manos con cicatrices que se estiraron para salvarnos. El personaje de la película animada generalmente pasa de manera segura a través del bosque aterrador para «vivir feliz para siempre». Nosotros tenemos la promesa de un final mejor, un final que David ya sabía: «Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días» (Salmo 23:6).
ORACIÓN: Padre celestial, acompáñanos en nuestras angustias y mantennos a salvo bajo tu cuidado, ahora y siempre. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
1.- ¿Cuándo sientes que tu vida tiene propósito?
2.- ¿Qué miedos tienes? ¿Cómo te ayuda Dios con ellos?
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