En aquellos días, después de esa gran aflicción, sucederá que el sol se oscurecerá y la luna dejará de brillar; las estrellas caerán del cielo y los poderes celestiales se estremecerán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en las nubes con gran poder y gloria, y él enviará a sus ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, desde los extremos de la tierra hasta los extremos del cielo.
De la higuera deben aprender esta parábola: Cuando sus ramas se ponen tiernas, y le brotan las hojas, ustedes saben que el verano ya está cerca. De la misma manera, cuando ustedes vean que todo esto sucede, sepan que la hora ya está cerca, y que está a la puerta. De cierto les digo que todo esto sucederá antes de que pase esta generación. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo. Sólo el Padre lo sabe. Pero ustedes, presten atención y manténganse atentos, porque no saben cuándo llegará el momento. Es como cuando alguien deja su casa y se va lejos, y delega autoridad en sus siervos y deja a cada uno una tarea, y ordena al portero mantenerse despierto. Así que ustedes deben mantenerse despiertos, porque no saben cuándo vendrá el señor de la casa, si al caer la tarde, o a la medianoche, o cuando cante el gallo, o al amanecer; no sea que venga cuando menos lo esperen, y los encuentre dormidos. Esto que les digo a ustedes, se lo digo a todos: ¡Manténganse despiertos!
Marcos 13: 24-37
Marcos 13 es uno de los grandes capítulos bíblicos de premonición. Jesús no se anda con rodeos mientras habla con Pedro, Santiago, Juan y Andrés. Jesús les dice que estén alerta, que presten atención a las señales. Pero pues, ¿cómo podría alguien no ver esas señales, con el sol oscureciéndose, la luna ausente y las estrellas cayendo en el cielo? Sería un poco difícil quedarse dormido en medio de todo eso, ¿no?
Pensaríamos que sí.
Pero, nos hemos hecho bastante expertos en escuchar solamente lo que queremos escuchar, y en ver solo lo que queremos ver. Lo hacemos todo el tiempo. Podríamos pensar: «La urgencia del regreso de Dios… sí, qué importante. Pero han pasado como dos mil años desde que Jesús estuvo en la tierra, y solo Dios sabe cuánto tiempo desde que tuvo lugar la creación. Creo que no va a pasar todavía, al menos en esta era».
Qué fácil es dejarse llevar y pensar que todo siempre será «como siempre». Todos nuestros hábitos están preestablecidos en esa dirección. Sin embargo, incluso si no nos damos cuenta de las señales externas de Dios en los cielos, Él ya nos ha dado la señal más grande: en nuestros corazones. «Porque Dios, que mandó que de las tinieblas surgiera la luz, es quien brilló en nuestros corazones para que se revelara el conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo» (2 Corintios 4: 6).
Ésta es la señal más grande de Dios, su firma a través de los siglos, que envió a su Hijo para salvarnos y que Jesús regresará para llevarnos con Él (ver Juan 14: 3).
ORACIÓN: Padre Celestial, aunque a veces nos perdemos en la maleza de la vida, alzamos nuestra mirada hacia tu Hijo y su salvación venidera. En su Nombre oramos. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
* ¿Alguna vez has visto un meteorito («estrella fugaz») dispararse por el cielo? ¿Dónde estabas?
* ¿Alguna vez has estado completamente ciego frente a algún peligro inminente en tu vida? Cuéntanos.
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