Jesús volvió a llamar a toda la gente, y les dijo: «Escúchenme todos, y entiendan: Nada que venga de afuera puede contaminar a nadie. Lo que contamina a la persona es lo que sale de ella». [Si alguno tiene oídos para oír, que oiga].
Cuando entró en la casa, luego de alejarse de la multitud, sus discípulos le preguntaron acerca de la parábola. Jesús les dijo: «¿Tampoco ustedes pueden entender esto? ¿Acaso no entienden que nada que venga de afuera y entre en alguien puede contaminarlo? Porque eso no entra en su corazón, sino en su vientre, y al final va a parar en la letrina».
Con esto Jesús estaba diciendo que todos los alimentos son limpios, aunque también decía que lo que contamina es lo que sale de la persona. Porque de adentro del corazón humano salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la calumnia, la soberbia y la insensatez. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona.
Marcos 7: 14-23
Creo que la mayoría de nosotros entendemos lo que significa sentirse sucio, sentirse contaminado, como si necesitara una ducha larga y caliente. Para las personas con las que Jesús estaba hablando en esta historia, comer alimentos prohibidos las hacía sentir de esa manera. También había otras tradiciones religiosas que les preocupaban. Si no las guardaban, se sentían sucias, incluso pecadoras, sin valor.
La mayoría de nosotros no tiene ese problema con la comida. Pero podemos sentirnos así por otras cosas que nos llegan del exterior. El abuso puede hacer que sus víctimas se sientan sucias, no amadas, como si de alguna manera merecieran el maltrato que otras personas les dieron. También la violencia, especialmente la violencia sexual. Es fácil sentirse sucio después de que te sucede algo horrible: inmundo, contaminado, sin valor.
Pero Jesús nos repite hoy lo mismo que dijo en esta historia: «Nada que venga de afuera y entre en alguien puede contaminarlo […] porque eso no entra en su corazón […] Lo que contamina a la persona es lo que sale de ella».
Las acciones de otras personas no pueden ensuciarnos a los ojos de Dios, no importa cuán horribles sean. Solo nuestro propio pecado puede hacer eso. Y Jesús se ha entregado a sí mismo para limpiarnos del pecado para siempre a todos los que confían en él.
No eres inútil. No estás contaminado. Perteneces a Jesús y Él te limpia. Él te valora más que su propia vida; de eso se trata la cruz. Él comparte su propia vida pura, limpia, gozosa y eterna contigo, porque confías en Él. Tú eres suyo y Él es tuyo. Nada puede alejarte de Él (ver Juan 10:28).
ORACIÓN: Señor, cuando me sienta inútil y contaminado, por favor ayúdame a ver y creer que tú vives en mí y me has hecho nuevo y limpio. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Qué haces cuando te sientes emocional o espiritualmente sucio?
* ¿Cómo te consuela la sangre de Jesús, derramada para hacerte nuevo y limpio?
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